Layla y Daniel se pertenecen el uno al
otro,
Sólo que todavía no lo saben...Están
peligrosamente
a punto de caer en un remolino de placer
y amor infinitos…
y ni siquiera se lo imaginan…
El destino les depara la
eternidad.
Capítulo
1
Layla
Por las noche. Cuando ya nadie estaba. En
la oscuridad y tranquilidad de su cuarto pensaba en él. Dios, lo deseaba.
Más de lo que realmente quería admitir,
incluso a sí misma. No podía evitarlo.
Él era tan grande en comparación con
ella...él era tan dulce siempre.
O al menos lo había sido en sus sueños. En
su propio paraíso a su lado.
Idiota…
Pensó
Los días pasaban y cada día sentía la necesitad
apretándola por dentro.
Podía imaginárselo a él, en la habitación
continua. Podía sentir cuando el entraba, los ruidos provenientes del interior.
Podía sentir cuando la ropa de él caía
despreocupada por su cuerpo hasta suelo.
Layla se dio vuelta en la cama sacando
las imágenes que su mente creaba en esas ocasiones.
Sin embargo, era en esos momentos, en la
intimidad de su dormitorio, donde sentía que debía decírselo todo a Daniel.
Le necesitaba, aquí, ahora.
Pero no lo llamaría, no lo buscaría. No
esta noche.
Respirando entrecortadamente, a causa de
la imagen del rostro de Daniel en su mente, sintió como el calor en su cuerpo
iba aumentando.
No podía evitar imaginárselo a su lado, acostado
junto a ella en la oscuridad. Quería sus lindas manos por su rostro y su
cuerpo, regalándole su calor.
Agarró con fuerza el cojín de tenia a
lado de ella, reprimiendo las ganas. Alargando el tiempo. Intentando evitar lo
inevitable.
Pero ella no pudo evitar seguir
fingiendo que estaba aquí. Que él la quería. Que él la deseaba.
Fuera el tiempo estaba fresco, ya de
noche. Layla se apretujó más entre las mantas y miró fijamente al techo,
enojada.
¿Enojada
con qué? Se preguntó. La frustración de no poder tenerlo en
ese mismo segundo corría espesa por su cuerpo.
Finalmente sujetó el cojín a un lado
mientras su respiración aumentaba.
Resignada soltó el cojín y lo dejo caer
a un lado de la cama, en el suelo. Suspiró.
Inevitablemente bajo su mano hacia su
abdomen, acariciándose.
Su piel estaba caliente bajo las mantas.
Ella imaginó que era él quien la
acariciaba. Se sentía bien pensando en él.
Pero ella no podía hacer más que eso.
Layla no quería más que eso por parte de ella misma.
Ella deseaba que fuera el quien la
tocara, pero no había nada que pudiera hacer. Era la única forma en la que
estaría cerca de ella de ese modo. En su imaginación.
Y en momentos como esos Layla no podía
aguantar la agonía. La presión. La tristeza de que él estuviera en la
habitación continua y no ahí, con ella.
Tan cerca y alejados a la vez.
Finalmente se rindió. Recogió el cojín
del suelo. Apoyó sus brazos entrelazados entre si encima de su pecho.
¿Cómo soportaría la pena si él le dijera
que no la quería? no podía siquiera pensarlo.
Daniel era diferente… Sus gestos, su forma de hablar y de actuar lo hacían lo
más hermoso y sobre todo diferente que
había conocido.
Él siempre había sido como su sol. Inconscientemente
Daniel la tranquilizaba. Ella se sentía bien pensando en que él no estaba
lejos, y que podía protegerla de algún modo. Por un momento pensó en lo
patético que eso sonaba. Pero no le importó.
Pero el hecho de que una estúpida pared
los separara era un asco.
Respiró hondo dejando atrás los
pensamientos. Y poco después cayó en la inconciencia.
Daniel
Daniel respiró hondo. Estaba acostado en
la cama. Hacía ya un rato que todo estaba oscuro.
Por las noches, cuando el sueño aun no
tocaba su puerta, se dedicaba especialmente a Layla. Pensaba en ella.
Veía las imágenes de sus recuerdos en
los que ella estaba. Recordaba su rostro.
Aquella noche estaba más pensativo que
nunca. Llevaba dando vueltas en la cama un buen rato.
Y todo el tiempo sin poder ignorar las
ganas que tenía de salir de su cuarto y buscarla.
Pero ella probablemente estaba
durmiendo. Y ese era el menor de los motivos que lo detenían. Que le obligaban
a permanecer donde estaba.
Suspiró. ¿Cuánto más podría aguantar?
¿Cuánto tiempo pasaría hasta que un día se presentara en su cuarto dispuesto a
todo?
No
mucho, Seguro.
En el silencio de la noche escucho un
jadeo. Como si se quejara.
Supo inmediatamente quién era. También
supo porque estaba tan sintonizado a esa vos.
Era ella. Su amada. Pero no extendía lo
que ocurría al otro lado de la pared.
Estaba confuso pero muy curioso al mismo
tiempo.
Sus instintos protectores afloraron en
un segundo mientras agudizaba su oído, atento a los sonidos de la habitación de
al lado.
Esperó un momento, completamente en
silencio. Aunque en realidad no necesitaba el silencio para escucharla. Sus
sentidos eran mucho más agudos que los que poseían los humanos. Y si le sumamos
eso al hecho de que él oiría su voz
en cualquier lugar… en cualquier sitio.
Podía sentir su acompasada respiración acelerándose,
y el instinto de salir corriendo para asegurarse de que todo estaba bien lo
carcomía por dentro.
Layla se quejó suavemente. Todo estaba
tranquilo y sintió en su bajo suspiro que no había ningún peligro. Tras un
instante suspiró, dejando caer algo al
suelo.
Era liviano. Daniel no pudo reprimir una
imagen de Layla en la cama justo en ese momento. Oh, Dios. Tendría que olvidar
esos pensamientos rápido. No estaba seguro del control que tendría si seguía
imaginando.
Layla jadeo de nuevo. Suspiro y después
de un momento gimió suavemente.
Fue despacio y lento. De repente sentía
derrumbarse tomo su auto control.
Centró todos sus sentidos en ella. Gimió
otra vez, tan despacito que casi parecía un suspiro. Dave estaba volviéndose
loco con esos sonidos…
Quería ser el quien le diera ese placer.
Deja
de soñar se dijo a sí mismo.
Pero él podía distinguir entre el placer
y el dolor, y confundido se dio cuenta de que ella tenía una mezcla bastante
cargada de los dos sentimientos.
Parecía sollozar. Se le encogió el
corazón solo de pensar en su dolor.
Layla volvió a quejarse y tras unos
segundos su habitación se sumió en un completo silencio.
La extraña escena había durado sólo unos
segundos. Unos eternos segundos de completa agonía.
Debía controlarse realmente si no quería
salir a buscarla ahora mismo…
Sin embargo, después de pensarlo un
momento, supo que él no hubiera intentado ir con ella, aunque ella hubiera
seguido.
Él no tenía derecho a ello. Layla
posiblemente pensaba en otra persona. Él no tomaría una decisión como ir a
buscarla basándose solo en lo que el sentía. Él la respetaba por encima de cualquier
cosa.
Dios
mío, ayúdame… Pero el deseo de ella era tan fuerte... Basta.
Daniel pensó en como Layla lo miraba...
tan abrumadora, inocente y atrevida a la vez.
Ella era su perdición desde el primer
día en que había llegado al internado.
No recordaba algún momento más feliz en
su vida que cuando estaba con ella… como amigo, claro.
Sin embargo, él estaba seguro de algo, y
respecto a eso no cambiaría de opinión nunca. La esperaría. Siempre.
Y si resultaba ser que ella no sentía
nada por él, entonces el seguiría esperando,
Con la esperanza de que algún día pudiera
hacerse un huequito en su corazón.
Cerró los ojos con fuerza al pensar en
la posibilidad de que alguien que no fuera él pudiera llenar ese lugar. Su lugar
Se relajó unos minutos más tarde, volviéndose
a concentrar en los sonidos de la otra habitación.
Ahora su respiración era tranquila,
acompasada. Layla dormía.
Daniel siempre quedaba más tranquilo
cuando la escuchaba dormir. Examinó rápidamente y de forma automática los
ruidos del exterior, escuchando sólo tranquilidad. Se dijo que aunque no podía
estar con ella justo allí, al menos ella estaba completamente a salvo. Daniel
se relajó en las almohadas.
Se había sentido un poco culpable al
haberla escuchado antes, pero sin embargo, era algo que no podía evitar.
Era más fuerte que él mismo. Daniel quería
ser quien la tocara. Muy despacio y suave. Nunca le haría daño, por muy poco
que sea.
En su mente, ambos yacían juntos. Las sábanas
de ceda negra de su cama los cubrían levemente. Él la besaba., nunca pararía de
hacerlo. Soñaba con esa fantasía casi todas las noches.
Deseaba abrazarla. Estrecharla contra su
cuerpo, mientras ella dormía plácidamente. Estaba volviéndose loco. Más bien,
ella lo estaba volviendo loco.
Sentimientos que jamás espero sentir de
una manera tan intensa, ahora lo embargaban. El dolor por lo tenerla, el amor,
el deseo...
Después de un momento no pudo evitar
quedarse dormido. Dave siempre solía dormir pensando en ella. Su mayor amor. Su
dama.
Capítulo
2
Layla
Layla se levantó cansada. No había
dormido mucho a causa de los sueños que había tenido.
En ellos aparecía siempre Daniel. Pero
por más que lo intentara no conseguía recordarlos. Por la noche habían sido tan
vividos.
Ahora era un fugaz recuerdo de...su obsesión.
Aunque, bueno, ella no quería llamarlo de ese modo.
Pero quizás era porque le costaba
admitir que estaba enamorada.
No obstante, Layla sabía demasiado bien
que así era. Estaba enamorada de Daniel, y tampoco le disgustaba.
Pero no sabía cuánto tiempo soportaría
sin él. Tenía pensado intentar hablar con él. En algún momento él se enteraría.
Tendría que saber cuánto lo amaba. Luego escogería.
Y quizás, solo quizás, él sentía lo
mismo. O al menos algo parecido por ella.
Ese sentimiento la animó a hacerlo. Pero
todavía no sabía cuándo hablaría con él.
Desayuno rápidamente y volvió a subir a
su cuarto. Quería prepararse por si se encontraba con él en los pasillos.
Debía aprovechar que no había clases y
que tendrían el día para ellos dos.
Pensó en encontrarlo por los pasillos
como siempre pero al parecer él no estaba. Tras la puerta de su habitación
probó suerte imaginándose a Daniel en el interior, pero el cuarto estaba en
silencio… no había nadie.
-De acuerdo. Hablaré con el más tarde,
cuando aparezca.-se dijo a sí misma.
Volvió a su habitación arrastrando los
pies.
Se sentía tan sola. Solo era capaz de
olvidar el pasado cuando estaba con él y ahora que Daniel había salido, se sentía
sola.
Recordó su historia como si por un
momento fuera de otra persona y pudiera pretender que ese gusto amargo que
sentía no tenía nada que ver con los recuerdos que estaba volviendo poco a
poco…
Sus padres habían perdido la vida. Y
ella estaba completamente sola, ahora. Cuando finalmente acabara las clases en
este internado donde podía conservar a Daniel cerca de alguna forma, ¿Qué haría?
En poco tiempo cumpliría la mayoría de edad,
y entonces intentaría buscar algo mejor. Pero el nudo en el estómago y las
lágrimas amenazando con caer en cualquier momento, no la hacían sentir mejor.
Daniel quizás podría estar con ella,
podría cuidarla y darle una vida mejor. Pero sentía que siempre estaba soñando
y debía despertar.
Diapositivas de imagines que ella nunca
había vivido le recordaban lo sola que había estado siempre. Había intentado
ser fuerte y autosuficiente durante todos los años que había transcurrido, pero
ahora que Daniel había entrado en su vida de forma permanente e inamovible
estaba cansada de ser fuerte. Estaba cansada se ser autosuficiente y de no
necesitar la ayuda de alguien más. Quería
la ayuda y el amor de Daniel sólo para ella.
Bostezó, mientras empujaba los recuerdos
al fondo de su mente.
Por la noche no había dormido mucho. Se había
levantado más de una vez entre jadeos. El corazón iba rápido cada vez que se despertaba.
Quizás era por lo que había sentido la
noche anterior, imaginando que era el quien estaba allí. Solo era eso.
Se recostó en la cama mientras sus
parpados se iban cerrando y sus pensamientos se retrasaban una vez más en
Daniel. No estaba muy segura acerca de lo que deseaba hacer una vez se acabaras
las clases… Se encontraba realmente cansada de que todo fuera tan fugaz y que
después de todo solo quedara ella, cansada de las cortas amistades que acababan
a final de curso. Estaba cansada se su propia rutina y realmente necesitaba un
cambio. Algo más…
Finalmente Layla cayó en la
inconsciencia, durmiendo sin sueños.
La noche anterior le había pasado
factura.
Durmió placida mente esta vez. Y por fin
se sintió más descansada que en mucho tiempo cuando despertó de repente en la
oscuridad de su habitación. Se levantó repentinamente. Tenía que hablar con Dave.
Se apresuró al cuarto de baño, tomando
consigo el neceser con sus cosas y se encerró en el baño.
Entró en la ducha relajando cada uno de
sus músculos. El agua caliente resultaba increíblemente relajante y aprovechó
el momento para disfrutar de la tranquilidad que le ofrecía el agua mientras
cerraba los ojos y solo veía a Daniel…
Daniel
Daniel había salido todo el día. Tenía
que alimentarse, y pensar.
Sí, eso. Necesitaba pensar. Porque cada
vez que estaba cerca de Layla perdía por completo el control y sabía muy bien
que una vez que volviera y estuviera cerca de ella, no podría pensar con
claridad.
No podría ser coherente. Y necesitaba
serlo, más que nunca.
Apenas llegara devuelta a sus
habitaciones intentaría hablar con ella.
En ese momento, mientras regresaba, le
entró un temor frío que se alojó en el centro de su pecho… ¿Y si ella lo
rechazaba? ¿Y si sentía algo por otra persona?... bueno esperaba en el fondo de
su alma que no hubiese nadie más porque
sentía un instinto emanar de él cada vez que pensaba en Layla estando junto a
alguien más. No quería eso, no quería que volviera estar con nadie excepto él
jamás…
La palabra Mía flotaba en su mente. La
quería para él, quería cuidarla y asegurarse de que junto a él encontraría
protección y calor.
Pero lo sentimientos no serían fáciles
de sobrellevar si resultaba que ella no deseaba saber nada de él… ¿y si
simplemente era su amigo?
Daniel sacudió la cabeza. Para ya
con eso.
No le sorprendió cuando una imagen
apareció en su mente, dispuesta a llevarse todo el autocontrol que estaba
intentando conservar.
Layla yacía en su cama, justo a su lado
y a través de sus labios entreabiertos podía vislumbrar unas pequeñas y hermosas
puntitas blancas que formaban los colmillos de Layla. Su sonrisa era completa
mientras lo miraba con ojos enamorados.
Por segunda vez durante esa noche Daniel
sacudió la cabeza intentando quitarse la imagen de Layla como vampiro. ¿En qué
estaba pensando?
¿Acaso también guardaba esperanzas de
compartir la eternidad junto a ella?
Sin embargo, fuera cual fuera el
resultado Daniel le contaría toda la verdad. Es lo menos que se merecía. Debía
contarle sus sentimientos pero además también necesitaba confesarle su
verdadera naturaleza así como sus hábitos alimenticios… por decirlo de una
manera sutil.
Daniel rio sin alegría. Sentía la voz
ronca. El hecho de mostrarle que era un vampiro lo estaba volviendo loco. Layla
podría aceptar estar con él… Pero ¿Y qué ocurriría cuando se enterara de que él
era una criatura del noche, un ser diferente a los de su especie? Le costaba
mucho imaginarla aceptando aquello… Desde
luego que sí…
Estaba claro que en ese momento no
estaba siendo la alegría de la fiesta. Debía dejar de ser pesimista y ser
fuerte por ella.
Le diría que estaba preparado, que tardó
por miedo a dañarla pero ahora estaba seguro de que podía protegerla y no
dañarla…
Le contaría quien era él. Y rezaría. Rezaría
para que ella no saliera espantada.
Intentaría mostrarle que seguía siendo
el mismo. Que él la amaba por encima de todo.
Le mostraría el placer si ella lo
aceptaba, y el tiempo decidiría si ella conocería placeres que jamás ha
sentido.
Lo que sentiría con el beso de un
vampiro. Cuando ellos se alimentaban, los humanos no sentían dolor. Sino todo
lo contrario.
Arrastro esos pensamientos fuera de su
mente. Si aquello ocurría crearía un lazo entre ellos que sería irrompible.
Sin embargo, nunca bebería de ella por necesidad.
No borrándole la memoria de los últimos minutos una vez que él hubiera acabado.
Jamás tomaría más de lo que él le diera.
O de lo que ella permitiera.
Y si eso era nada, pues nada sería.
Entró en el edificio rápidamente, no
aguantaba más. Había pasado todo el día fuera, reflexionando y alimentándose.
Quería estar fuerte para ella.
Estaba completamente empapado por la lluvia,
por lo que se cambió apresuradamente con unos pantalones holgados y un suéter
de cuello vuelto que se ajustaba perfectamente a la silueta de su pecho.
Salió de la habitación con aire
majestuoso y se preguntó cómo había ido el día de ella… se moría de ganas por
verla y poder abrazarla.
Caminó hasta su puerta, encontrándola
justo al lado de la suya. Daniel se quedó quieto atisbando levemente el aroma
de Layla bajo la puerta. Se deleitó momentáneamente con su olor y tocó despacio
la puerta de su habitación, pero nadie contestó.
Volvió a intentarlo pero nada. Aunque él
sabía con seguridad que ella estaba dentro del cuarto, en alguna parte.
El aire dentro llegaba débilmente desde
debajo de la puerta. Su esencia estaba concentrada. El aroma de Layla lo atontó
un poco. No había nada mejor que aquel olor, nada que se le comparara. Solo de
pensar en lo que podría ser besarla y probarla…
Volvió a golpear y en esta ocasión entreabrió
la puerta...
No había nadie en el cuarto. Sin embargo,
ella estaba allí, duchándose.
Daniel podía oír como el agua llegaba al
suelo después de recorrer toda su figura. Esa era la razón por la cual su aroma
estaba tan concentrado y húmedo.
Normalmente la hubiera dejado sola. Pero
ahora no. No cuando estaba dispuesto a hablar con ella.
Esperó pacientemente sentado en la cama.
Había estado tantas veces en aquella habitación.
Las sábanas negras con las que él soñaba
cubrían la cama. Daniel se las había regalado, ya que el edredón que cubría las
camas del internado no eran nada bonitas. Él tenía las mismas sábanas en su
dormitorio… ¿Cuántas veces él la había imaginado acostada a su lado?
Respiró hondo, pero eso no sirvió de
nada.
Su aroma estaba por todas partes, y aunque
lo adoraba, no conseguía pensar con claridad.
Capítulo
3
Daniel
Lo mejor sería intentar despejar su
cabeza y tomar el aire. Daniel se encaminó por la habitación hasta llegar a una
pequeña terraza que se encontraba en el otro extremo de la cálida habitación.
Atrapó el aire en sus pulmones, agradeciendo la sensación de frescura que lo
recorrió. Tras unos segundos, la brisa lo despejó por completo.
Daniel miró la noche, pensativo. Las
ganas de ver a Layla y confesarle todo eran enormes pero tanto como ansiaba
poder mirarla a los ojos en ese momento también quería echarse para atrás. Pero
no lo haría. Ya había esperado demasiado.
Aguardó sin impacientarse a que ella
terminara.
Y en un fugaz pensamiento deseó que ella
no se molestase por su presencia sin permiso.
Esperó imaginando los hermosos ojos
sorprendidos de Layla al verlo.
Layla
Layla se había tomado su tiempo en la
ducha, y ahora se sentía completamente relajada.
Se puso su bata blanca, y alisó con los
dedos el húmedo cabello dejándolo esparcido a su alrededor.
Se abrochó la bata y salió del baño agradeciendo
el aire puro.
El vapor desapareció detrás de ella casi
al instante.
Layla se apresuró a guardar el neceser
cuando escuchó un sonido proveniente de la terraza. Eran pasos. Por unos
segundos se sintió completamente asustada mientras esperaba paralizada en el
centro del cuarto. Entonces apareció Daniel caminando lentamente mientras
entraba en la habitación con los ojos entrecerrados y un aspecto impecable.
Vestía hermoso esa noche y el suéter que usaba le daba ganas de sacárselo a
tirones.
Daniel la observaba intensamente
mientras ella intentaba procesar los hechos rápidamente. ¿Qué hacía Daniel
aquí? Es decir, su presencia era más que bienvenida pero… Oh dios mío, pero
ella solo llevaba su albornos en ese momento. Nada más, por lo que estaba
desnuda bajo la fina tela. Y él estaba tan cerca… Casi podía sentir la calidez
que desprendía su enorme cuerpo.
-Daniel...- dijo sorprendida y no menos nerviosa.-
¿qué estás haciendo aquí?
Daniel
O mierda, Daniel no había tenido en
cuenta el hecho de que probablemente no tuviera ropa dentro del baño. Claro que
no, no tenía por qué tenerla, estaba en su
habitación...él no tendría que haber entrado. Y ella estaba nerviosa,
mucho. Podía oler el gusto amargo, camuflado completamente por su increíble
olor. Desde luego que cuando había entrado hacía un momento, había maldecido su
suerte por el rico aroma… que ahora estaba por todo su alrededor.
-Quería hablar contigo.- respiró hondo,
maldiciendo mentalmente- de acuerdo, me-me iré para que puedas cambiarte.
Qué bonita era. Observó cómo se marcaban
sus curvas debajo de la suave tela que la rodeaba… Tan suave…
Daniel se apresuró hacia la puerta con la
cabeza gacha intentando darle espacio e intimidad. Realmente no sabía si hacia
esto por ella o porque no confiaba en su autocontrol para resistir.
Pero ahora Layla no parecía realmente
nerviosa y la curiosidad picó en él, por lo que levantó los ojos para poder
mirar una vez más antes de salir del cuarto.
Layla
Daniel tenía un aspecto tan… inocente,
pensó Layla.
En un primer momento se había sentido
rara al tenerlo en su habitación en un momento tan íntimo, pero ahora que observaba su reacción y las ardientes
miradas que había dirigido él en su dirección… por todo su cuerpo, extrañamente
se había sentido más tranquila.
Oh dios, no quería que él se marchara.
Necesitaba tenerlo cerca ahora que ya lo había visto. Quería correr a sus
brazos y no soltarlo jamás, aunque le diera tortícolis.
-No-dijo rápidamente mientras alzaba las
manos en su dirección- quédate por favor. Yo también tengo que hablar contigo.
El rostro de Daniel mostró una
momentánea sorpresa mientras la miraba a los ojos, para después esbozar una
enorme sonrisa torcida.
En ese momento todo le pareció
sencillamente perfecto, mientras los miraba a ellos dos y el espacio que los separaba
no quería cambiar nada. Lo sentía correcto en todos los sentidos.
Ella era feliz cuando él estaba cerca y
podía hacerle olvidar los horribles recuerdos del pasado.
-De acuerdo- dijo acercándose a ella
lentamente como si temiera lo que podría hacer si sus movimientos no era lentos
y precisos. Daniel caminó lentamente moviéndose como todo un depredador. Era
absolutamente perfecto.
Le pareció que estaba midiendo sus
movimientos y pensando antes de actuar, como si se contuviese.
No le importaba que estuviera con escasa
ropa tan cerca de él. En ese momento todo lo que alguna vez pudo haber
importado carecía de relevancia mientras lo miraba.
Por un instante se permitió tener
esperanzas recordando que Daniel había dicho que quería hablar con ella… ¿y si él
había ido allí por la misma razón por la que ella quería que él se quedara?
-Tú primero-Susurró con voz queda- Será
mejor así…
Dios, prefería escucharlo a él primero y
no sentir desde el primer momento el posible rechazo en sus ojos.
Dave suspiró y posó suavemente su mano
contra la de ella. Sus miradas se encontraron en un segundo interminable y comenzó:
-Layla, yo simplemente he tratado de evitar
esto. Lo he hecho porque pensaba que yo no era bueno para ti. He intentado
pretender que no había nada, que lo que sentía en mi corazón era simplemente
por el tiempo… - Daniel frunció los labios un momento y prosiguió- En un
principio traté de olvidarte, pero no pude. Ahora sé el por qué, no quería olvidarme de ti. Temía no poder ofrecerte protección debido a lo que soy, pero
he comprendido que puedo protegerte y ese impulso es el que me saca de la cama
cada mañana. Solo quiero ser… algo bueno
para ti.
Ella simplemente se había quedado sin
palabras… ¿Él finalmente la quería y se había estado reprimiendo?
Una calidez de expandió por todo su
pecho y cuerpo cuando comprendió el sentido de sus palabras.
-¿Es esto real?- preguntó a la nada en
general mientras miraba a Daniel con devoción.
-Si- dijo contra su costado. Mientras
hablaba se había acercado y ahora prácticamente se tocaban.
- ¿De veras?- Susurró, para sus adentros
intentando reorganizar sus pensamientos y reaccionar de una vez. Fue tan bajito
que no creyó que pudiera oírla. Pero él lo hizo.
-Sí, jamás he hablado más en serio en
toda mi existencia.
- Oh, Dios. Cuanto me alegro porque…-Comenzaba
a decir cuando cerró su boca repentinamente. Él estaba usando las palabras de
una forma rara… ¿y a que se refería cuando había dicho que temía no poder
protegerla debido a lo que era...? – Espera un momento. Daniel, hay algo que no
me estas contando- le dijo suavemente mientras lo miraba con dulzura. Lucía tan
real a su lado en ese momento, tan absolutamente real…
Daniel la tomó por la cintura casi sin
tocarla realmente y la dirigió hacia la cama para poder sentarla. Ahora que
estaban teniendo más contacto se fijó por un momento en que la trababa con
mucho cuidado, como si realmente pudiera romperse en sus brazos.
Está
bien, deja de delirar.
Él la miró intensamente un segundo más
mientras ella inmortalizaba este momento para futuras inspecciones.
-Layla, amor… No sé muy bien por dónde
empezar en lo que a esto se refiere…Yo no soy lo que tú crees en realidad.
Formo parte de una civilización mucho más avanzada que la tuya que vive oculta
a los ojos humanos. He vivido mucho y seguiré vivo y caminando por la tierra
cuando tu vida humana haya pasado… - El dolor llegó a sus ojos- Ha sido así
durante siglos, pero ahora que te he encontrado, no puedo soportar la idea de
perderte algún día, incluso aunque...- El miedo impregnaba sus palabras, miedo
a perderla. Daniel bajó la cabeza por un momento. Tomó aire despacio y la miro
intensamente mientras decía- Soy un vampiro.
Layla no podía entender el significado
de sus palabras… ¿otra civilización? No podía estar hablando enserio. Aquello
sería una broma en la que en algún momento se reirían y le diría que había
estado tomándole el pelo… seguro
Excepto por todas las veces en las que
había pensado en Daniel como en un ser extraordinario, en la forma que tenía de
hablar a veces, y en el irrefutable hecho de que parecía mucho mayor que su
edad. Más viejo, alguien que había pasado por mucho y vivido muchas cosas a lo
largo de unos 20 años que ahora le parecían insignificantes. Lo sentía en la
antigüedad de sus ojos y sus palabras.
¿Podía ser verdad? ¿Realmente todo
aquello existía?
De repente, tras terminar con su
monólogo interior, se dio cuenta de que en realidad era como si siempre lo
hubiera sabido de alguna forma. No podía negar que Daniel no era simplemente un
chico más.
-¿Cómo puedo saber que es verdad?-
Declaró, intentando agarrarse a algo sólido en aquel lío que se había
convertido su cabeza.
Daniel la miró a los ojos por unos
segundos y después dirigió su penetrante mirada a lo largo de su mandíbula,
recorriendo la longitud de su cuello y centrándose en el lugar donde su vena se
marcaba de forma tentadora. Se demoró un momento en su cuello y recorrió su
cuerpo con los ojos comiéndola con la mirada.
Mientras se estremecía levemente a causa
de inspección, observó cómo sus colmillos se habían alargado, blancos y
marfileños bajo sus llenos labios.
No le dieron miedo y se encontró
deseándolo antes de conseguir pensar en nada más. Dios, realmente estaba
hablando en serio, y ella no podía sentirse más feliz.
Layla sonrió e intento parecer fuerte
por él, porque de verdad lo amaba y no le importaba lo que él fuera. Siempre se
había sentido desorientada en la vida, perdida en un mundo de humanos… ¿Y si
ese era su destino, encontrarse con él? Nada más le importó cuando se sintió
completa como si dos mitades hubieran encajado en su lugar, después de mucho
tiempo respiró a pleno pulmón, experimentando todas las emociones a la vez,
dejándose llevar por lo que sentía. Inspiró el sensual olor que lo
caracterizaba y con el que había soñado infinidad de veces y se sintió como en
casa. Por lo que no sintió miedo.
Daniel
Daniel no podía creer el curso que había
tomado la conversación. No se habría imaginado esto ni en su mejor día, Y Layla
realmente lo estaba mirando con amor.
-¿No me tienes miedo?- Preguntó perplejo
al darse cuenta de la postura relajada que mantenía Layla. Dios, esa bata que
llevaba dejaba al descubierto todo su cuello y él podía sentir el pulso latir
en ese tierno y dulce lugar. Cuando había decidido demostrarle que era un
vampiro supuso que sería mucho mejor enseñárselo.
Aún podía sentir los colmillos largos y completamente expuestos, y no pudo
reprimir una imagen de él mismo enterrando los colmillos a través de su
escultural cuello. Contrólate.
Ella lo miró detenidamente recorriendo
también su figura con los ojos y seguramente pensando en lo hermoso que era.
Otra de las razones que demostraban que no era humano, aunque algo todavía le
quedaba.
Era gracioso que desde que había
conocido a Layla esa parte humana había despertado en su interior, ya que había
aprendido a apreciarlos más.
-Bueno si quisieras hacerme daño…
supongo que ya lo habrías echo ¿me equivoco? –Repuso Layla con una sonrisa en
el rostro- además, sé que nunca me harías daño. Lo puedo sentir en este momento.
Le costaba pensar con claridad después
de oír las generosas palabras de ella. Simplemente no sabía cómo reaccionar e
hizo lo primero que se le vino a la cabeza.
-Dios, ¿tienes una idea de lo mucho que
te amo?- espetó con ternura recorriendo su mejilla suavemente con sus dedos
apreciando el calor de su piel.
Pero después de un segundo casi se
arrepintió de haber dicho eso. Aunque era lo que sentía desde lo más hondo y
primitivo se su ser, todavía no sabía con exactitud cuáles eran los
sentimientos de ella y cuál sería la respuesta a todo aquello un vez había
sabido la verdad.
-Lo siento si…- comenzó a decir pero
ella lo interrumpió lanzándose sobre su regazo y abrazándolo. La cálida risa que
salía de su pecho era de una burbujeante felicidad. Daniel la estrechó durante
unos segundos, sintiendo la esperanza florecer.
- No debes disculparte por nada en absoluto. Daniel,
yo también te quiero...
Sé que posiblemente ya lo
sabes, pero eso no es lo que importa.
Quiero demostrarte que es
exactamente lo que significas para mí.
Hace mucho tiempo que he
querido decirte esto...pero nunca he encontrado la forma de explicarme. Bueno,
siento que en realidad jamás te poder demostrar con suficiente claridad mis
sentimientos.
Siempre que te he mirado,
siempre que te he escuchado... he deseado decírtelo de una manera más específica
que con unas simpes palabras. Pero la verdad es que te quiero. De todas las
maneras posible en las que se puede querer a alguien. Por eso estoy aquí, no me
importa lo que seas porque mi corazón ya ha elegido. Deseaba tenerte a mi lado
cada noche... desearía tenerte siempre...incluso cuando el significado de
eternidad no exista para mí. No sé si algún día podré convencerme de que me has
elegido a mí y no estoy muy segura de poder acostumbrarme nunca. Soy feliz
cuando estas cerca, cuando me miras y siento todo esto porque sencillamente no
puedo evitarlo.
Daniel simplemente la estrechó más hondo
contra su pecho, oliendo su hermoso cabello y el embriagador aroma que
desprendía de la ducha. Todo se sentía diferente teniéndola en sus brazos y no
quería soltarla jamás. Diablos, quería tenerla bajo suyo en ese momento.
Respiró hondo dándose cuenta de cuánto tiempo había esperado este momento.
La acercó a su rostro, mirándola con adoración.
Sus labios eran suaves y no podía describir lo que sintió la saboreó. Su olor
era algo de lo que jamás se cansaría pero que Dios lo ayudara porque lo que
sintió cuando sus labios se fundieron era algo increíble. Su esencia estaba
concentrada y era tan exquisita...
Ambos recorrían con las manos el cuerpo
del otro y las manos de ella en su espalda solo hacían todo más difícil.
Lentamente se fueron moviendo hacia el
centro de la cama acomodándose. Daniel la besaba como si no pudiera conseguir
bastante de ella con la suficiente rapidez. Se dejó ir durante solo un momento,
dando rienda suelta a la pureza de
su deseo, su deseo por ella.
Se dirigió por su camino deslizándose
por el cuello y la clavícula, saboreando el dulce aroma de su champú. Sentía
los silenciosos jadeos de ella cada vez que sus besos se volvían más intensos.
Daniel volvió a subir por su mandíbula
suavemente hasta volver a encontrar su boca.
Sus labios se movían ansiosos. Las
mejillas de Layla estaban teñidas de un delicado rosa y el rubor se
intensificaba cuando él la miraba.
-Quiero probarte…-susurro él.
Volvió a bajar por su cuello mientras
los latidos de Layla aumentaban considerablemente.
-Hazlo.- Podía sentir la necesidad en su
voz, mientras cerraba los ojos y dejaba caer las largas pestañas. Era tan
hermosa, acostaba a su lado, con las mejillas acaloradas y la necesidad en su
cuerpo. Podía olerlo y nada lo hacía sentir más feliz en el mundo.
Ella era suya. De nadie más, solo suya.
Bajo un poco más hasta llegar a su clavícula.
La rozo con la nariz, inhalando. Layla enterró sus elegantes dedos en su
cabello, pidiendo más.
Daniel la tomó por la cintura
acercándola más aun a él, apoyándose en su escultural silueta. En el fondo de
su mente se recordó que debía controlarse, pero estaba cansado de reprimirse, y
necesitaba sentirla más que nunca.
-Eres el amor de mi vida- le dijo entre
susurros cerca de su oído mientras ella se estremecía notablemente.
-Lo sé- le aseguró ella enredando sus
manos en su cabello más profundamente- Y tú
el mío, Daniel- repuso con voz intensa.
Daniel profirió un sonido profundo desde
lo más hondo de su pecho y recorrió su exquisito cuerpo con manos gentiles y
frenéticas a la vez. Y los jadeos de ella solo lo alentaban más.
Pero en ese momento un soplo de aire
fresco proveniente de la terraza lo sacó de ese deseo irrefrenable que sentía
por ella. Cuando empezaba a retirarse, Layla lo sujetó firmemente por los
hombros. La miró intensamente. Layla tenía los ojos brillantes y las manos enroscadas
en su piel, acariciándolo.
-No, por favor, no pares… simplemente…
no pares
Antes de que terminara la frase Daniel
ya estaba otra vez sobre sus labios, saboreándola.
Aquello era lo que tanto había deseado,
y por fin estaban juntos. No podía imaginar una forma mejor de demostrarle lo
que sentía por ella que amándola.
-¿Estas segura de esto?- Le preguntó con
voz ronca. No podía mirarla, ya que no podría detenerse otra vez.
Ella lo tomo por la mandíbula
suavemente, intentando que la mirara.
-nunca he estado más segura en toda mi
existencia- declaró usando las mismas palabras que él había usado antes. Una
sonrisa enorme se extendió por su rostro-nunca no he sido más feliz que en este
momento.
Aquello fue suficiente para tirar por la
borda sus deseos de protegerla.
¿Pero protegerla de qué exactamente?
Ahora más que nunca estaba completamente seguro de poder protegerla, y eso lo
incluía a él también.
Con cuidado recorrió su cuerpo con la
boca, pero lo ruiditos y gemidos que hacía Layla lo ponían frenético. Su ritmo
aumentó, no quería parar nunca.
Un gruñido hondo y ronco salió de su
garganta mientras le quitaba la ropa. Simplemente no podía y no quería parar. Oh dios, ella era tan
preciosa. Completamente desnuda ante sus ojos.
Comenzó otra vez su recorrido por su
cuerpo, tomando tomo lo que ella le estaba dando. A medida que más probaba, el
corazón de ella palpitaba cada vez más rápido. Daniel sonrió implacablemente
mientras se miraban con amor.
Sus perfectos pechos y su larga y
pronunciada cintura eran deliciosos. Y al probar su centro más íntimo no tenía
palabras para describir lo que sentía. No había imaginado que sería tan
malditamente intenso pero a pesar de que sus besos y su olor eran más de lo que
podía soportar, no eran nada en comparación con el exquisito sabor de su
centro. Sintió orgullo llenar su pecho al ver como Layla llegaba al orgasmo. Se
tomó su tiempo en ese lugar tan especial sintiéndose el hombre más afortunado
del mundo.
Rápidamente se puso en pie y se deshizo
de sus ropas en menos de un segundo. Layla lo miraba con asombro y deseo en los
ojos y una sonrisa permanente se instalaba en su rostro.
Se acostó con ella otra vez, cubriendo
su cuerpo con el suyo.
Layla
Layla se había alarmado un poco cuando
Daniel se había puesto de pie pero en el momento en el que había visto su
marmóreo cuerpo desnudo, sus pensamientos habían dejado de ser coherentes.
Dios, no pudo evitar mirar su excitación...era
grande y duro. Estaba erecto y eso le provocó una fuerte necesidad.
Layla se movía debajo de él, queriendo
más.
La besó con pasión sintiendo cada centímetro
de su cuerpo pegado al suyo.
Sus besos la volvían loca mientras
Daniel dirigía su excitación hacia el centro de ella.
Entró con una embestida profunda que los
dejo a ambos sin aliento. Deseo que no se detuviera nunca, y con cada empuje lo
sentía más hondo dentro de ella. Sonrió enormemente cuando se dio cuenta de que
Daniel era solo suyo…
Daniel
Daniel sentía una presión en su bajo
vientre mientas empujaba contra Layla y le susurrabas palabras bonitas al oído.
Ella no paraba de jadear y se sujetaba fuertemente a su espalda. Oírla gemir
era una sensación poderosa… La amaba tanto y tan intensamente que pensó que no
podría detenerse nunca, y tampoco es que le importara. Daniel realmente deseó
que la noche durara para siempre, como su amor por ella.
Capítulo
4
Layla
Layla se despertó por la mañana
sintiendo como la nube de inconsciencia propia de los sueños se deslizaba por
su mente hasta estar completamente lúcida. Y
feliz…
Estaba en los brazos de Daniel y el
calor que irradiaban sus cuerpos juntos la hacía sentirse mejor que nunca. Giró
la cabeza para ver la tranquila e inocente expresión en el rostro de él. Verlo
dormir mientras su musculoso pecho subía y bajaba con cada respiración… era lo
más pacífico que había visto en su vida. Todavía no podía creer las cosas que
había sucedido la pasada noche. Sinceramente nunca se imaginó que ellos
pudieran entenderse tan bien… Rio
mentalmente y lo estrechó un poco más cerca, no queriendo despertarlo. Pero en
ese momento las manos de Daniel comenzaron a trazar círculos y formas por su
hombro. Su piel se erizó al contacto. Ella se estremeció y enrojeció levemente
al sentir la acompasada risa de Daniel. Layla levantó la mirada hacia él.
-Buenos días, amor- dijo Daniel con esa
voz tan sensual que había usado la otra noche para hacerla sentir tan bien…
mejor sería apartar de su mente ese tipo de pensamientos en ese momento si
pretendía desayunar en un futuro próximo... estaba seguro que si empezaban otra
vez no habría nada que los hiciera detenerse.
-Buenos días- respondió ella justo antes
de que sus labios se juntaran. Daniel la besó de una forma en que no le pareció
nada justo el hecho de que hubieran tardado en estar juntos. Sus respiraciones
aumentaron y él la tomó por la cintura de forma juguetona.
-¿Quieres desayunar ahora? – le preguntó
mientras sus dientes mordisqueaban la fina piel de su cuello. Pero no sintió
miedo. Si Daniel no le había hecho daño anoche, después de las horas que habían
pasado en su habitación… no creía que corriera ningún tipo de riesgo con él.
-Sí, claro- repuso de forma casual
mientras acariciaba su pecho.
Daniel sonrió abiertamente ante el tono
de voz de ella y se alzó desde la cama para vestirse. Su cuerpo marmóreo se
elevaba hasta la perfección.
Ella lo miraba desde la cama,
recorriendo cada centímetro de su sólido cuerpo con la mirada. Daniel sintió su
escrutinio y la miró con amor antes de besarla durante un largo rato. Layla se
enfundó sus vaqueros, y una fina camisa beige de franela que resaltaba sus
curvas.
Poco después bajaron a desayunar. Layla
agradeció que fuera domingo y no tuvieran clases. Ella se había sorprendido al
verlo comer delante ella como si fuera lo más normal. Recordó la explicación
que le había dado Daniel en la mesa de la cafetería. Estaban en un rincón, una
mesa que daba a una parte un poco menos iluminada de la cafetería.
-Bueno, puedo comer un poco, no me
afecta siempre y cuando consuma suficiente sangre, no tendré problemas. La
comida no es necesaria aunque me gusta disfrutar de una buena comida, pero la
sangre es esencial.
Layla todavía estaba asimilando el hecho
de que fuera un vampiro y que hubiera una civilización completamente distinta a
la de ella.
- ¿De verdad? Estaba segura de que los
vampiros no podían comer, aunque bueno, qué sabré yo al respecto…- respondió
con desenvoltura para no hacerlo sentir muy incómodo. Él sonrió y acarició su
mano.
Daniel era sencillamente perfecto frente
a ella. Pero siempre lo había sido, y se dio cuenta de que no le sorprendía
tanto que él fuera un vampiro, ya que de ese modo justificada tremenda perfección
y coordinación de movimientos. No estaba muy segura de si convertirte en
vampiro también te hacía tan enloquecedoramente atractivo como él era.
-¿Y qué me dices de salir a la luz del
sol? ¿No te afecta?
-bueno, la verdad es que puedo salir a
la luz del día sin problemas pero no nos agrada, e intentamos alejarnos en la
sombra o en las habitaciones. No puedo morir a causa del sol pero me resulta
molesto y el resplandor no es bueno para mis ojos, ya que están mejor adaptados
en la oscuridad.
-Se podría decir que de ahí viene el
mito- repuso Layla como si estuvieran hablando del puré de patatas que servían
en la cafetería.
Ahora se encontraba caminando con Daniel
a su lado sujetando su mano rumbo a su habitación. Observó cómo las gruesas
cortinas amatistas colgaban de la terraza con ventanas francesas. La habitación
estaba inmersa en una oscuridad y tranquilidad que sumieron a Layla en otro
mundo. La frescura la hizo sentirse mucho mejor.
Se quedó parada en su sitio intentando
que su vista se ajustara a la oscuridad reinante.
Sentía a Daniel tras ella y después de
un momento unas velas se encendieron repentinamente en la habitación. El
resplandor cálido fue inmediato.
Ella miró rápidamente a Daniel
preguntándose qué demonios acababa de pasar y creyendo imposible que él las
hubiera encendido.
-¿Has sido tú?- le preguntó en medio de
un jadeo.
Daniel asintió ajustando su mirada a la
suya. Su boca formó una media sonrisa que la volvió loca.
-No es nada… son pequeños truquitos
metales que soy capaz de ejercer sobre algunas cosas, pero no puedo hacer mucho
más.
- ¿de verdad?- Layla no paraba de
sorprenderse.
Las velas colgaban sujetas a un
candelabro por encima del cabecero de la cama y daban a la habitación un
ambiente perfecto. Caminó por el dormitorio observando la cama con las sábanas
de ceda negras y los demás objetos que caracterizaban a Daniel.
En ese momento recordó la otra noche
cuando lo había imaginado en la habitación de al lado, siempre escuchando los
sonidos pero sin saber qué hacía. Dios, cuanto lo había deseado y ahora ese
sentimiento de inseguridad que la había dominado estaba más que desaparecido.
Lo miró deseando tenerlo más cerca. Él
pareció entender su estado de ánimo, pues se lanzó a toda prisa por la
habitación hasta donde estaba ella, tomándola en sus brazos como a una niña.
Sus fuertes brazos la ciñeron a él y la besó. Pronto sus respiraciones estaban aceleradas.
Después de un momento Daniel la sentó en
la cama y se dirigió hacia una televisión y un reproductor de DVD. Removió entre
las películas del estante y le preguntó.
-Amor, ¿te apetece ver una película
conmigo?
Layla pensó en el hecho de que la luz de
sol no era cómoda para él. Podrían aprovechar las holas de sol aquí en su
cuarto, y ver una película con él le pareció una idea genial.
-Me encantaría- le aseguró mientras una
enorme sonrisa se formaba en sus labios.
Daniel desplazó su mirada hacia su boca
por un segundo pero ella lo notó como si hubiera sido una eternidad. Su mirada
mostraba una entrega completa a ella, y no supo en qué momento dejó atrás los
malos recuerdos para sentirse la persona más afortunada del universo. Si tan
solo pudieran tener la eternidad para ambos…
Daniel
Daniel movió sus dedos a lo largo de la
espalda de Layla, acariciando la suave y fina piel. Tom Cruise corría en la
pantalla plana de la desierta cuidad de Nueva York. Habían escogido ver Vanilla
Sky ya que era una de las preferidas de Layla. Él prestaba atención a la
pantalla de forma ausente, centrándose en el rose de sus dedos en su piel y en
el cosquilleo que sabía que le estaba causando. La camiseta que llevaba hacía
muy difícil resistirse a tocarla, aunque fuera a más leve caricia. Layla ponía
los ojos en blanco cada vez que bajaba hasta la parte baja de la espalda, y se
estremecía de manera casi imperceptible. Casi
Le encantaban los movimientos, las
reacciones que tenía. Era tan humana y tan sensible… Aunque desde la otra noche
él sentía cosas que no había esperado sentir con tanta intensidad como por
ejemplo, los labios de Layla lo volvían loco. Cuando hablaba podía ver con
claridad su sensual movimiento y su característica sonrisa. Su olor había
impregnado la habitación entera. Eso lo hacía sentirse muy bien. Quería que su
olor estuviera en todas partes, la quería sola y exclusivamente para él. Y eso
incluía no salir de su habitación.
Unas horas más tardes él sol estaba
poniéndose en el horizonte y pronto habría oscurecido. Durante la hora del
almuerzo había ido en busca de algo más de comida para ella. No quería perderse
ni una de sus comidas y la había observado hasta que quedó llena y satisfecha.
El instinto de protegerla siempre estaba
ahí, por lo que registró los sonidos provenientes del exterior en busca de
cualquier cosa que pudiera poner a Layla en peligro. Sabía muy bien que el
mundo no era tan pacifico como a veces parecía ser y en ocasiones se había
cruzado con la gente equivocada. No quería eso para Layla… Quería protegerla de
ese tipo de gente, cuidarla. Pero supo con total certeza que todo estaba en
orden.
-¿estás bien?- le preguntó Layla con voz
somnolienta. En la última media hora la había estado acariciando mientras ella
se relajaba tanto que casi se había dormido. Seguramente había notado como sus
brazos se tensaban mientras la abrazaba.
-Sí, no es nada.- dijo intentando
relajar su postura.
-Hay cosas que todavía no me has
contado.
-¿Qué quieres saber?- preguntó de
repente.
-¿Cuántos años tienes?
Layla se movió alejándose un poco de él
para poder mirarlo mejor. Lo observaba con curiosidad desde su nueva posición,
y lucia tan inocente con las piernas dobladas hacia arriba y los brazos entre
ellas.
Daniel lo pensó por un segundo, temiendo
que su edad la sorprendiera demasiado.
-Amor, tengo 170 años –dijo rápidamente
como esperando que pasara lo antes posible
Layla alteró su expresión por un segundo
hasta volver a poner el mismo gesto que había tenido.
Antes de que pudiera decir nada la tomó
rápidamente de la mano sin decir una palabra. La atrapó en sus brazos,
sujetándola como un bebé ya que ciertamente para él pesaba menos que uno. A la
velocidad del rayo la llevó por la noche. La luna se alzaba magnífica encima de
ellos.
No se preocupó por si alguien podía
verlos ya que para los humanos él solo sería un borrón. Al cabo de unos
segundos se detuvo, pues que ya se había alejado lo suficiente del internado.
La tranquilidad los envolvió… no habían luces alrededor y el deslumbrante
resplandor de la luna que bañaba el rostro de Layla la hacía verse muy sexy.
Ella estaba jadeando todavía sin entender que había pasado. Hacía un momento
estaba en la cama de su habitación y ahora se encontraban en un desierto verde
en la oscuridad de la noche. Era sorprendente lo rápido que había desaparecido
el sol.
Un angosto río corría y deslizaba cerca
de donde ellos estaban. El claro era sencillamente grandioso, así que no había
dudado en llevar a Layla allí. Quería mostrarle lo que podía hacer, pero sobre
todo quería un lugar en el que se sintiera mejor, y en el que no tuviera reparo
en preguntarle lo que fuera.
La bajó para que pudiera estar más
cómoda. Por unos segundos solo se limitó a mirarlo sin decir nada. Le pareció
que estaba intentando averiguar si estaba soñando o lo que acababa de pasar era
real.
-¿Cómo has…?- Layla cerró los labios
formando una línea y sus sorprendidos ojos recorrieron el lugar donde estaban
como si de repente hubiera dejado de importarle lo que iba a decir. Su boca
formó una tierna o y se inclinó sobre la hierba para poder tocarla.
Se sentó junto a ella esperando que
encontrara las palabras que tanto quería decir.
-¿te gusta? – Inquirió Daniel finalmente.
Llevó su mano hasta su cara para acariciarla.
Layla sonrió como nunca la había visto y
dijo:
-Daniel eres magnífico…- dejó la palabra en el aire mientras lo miraba a
los ojos antes de besarlo.
-bueno, no creo que eso sea muy objetivo
viniendo de ti, pero no sabes lo feliz que me hace que pienses eso. Aún no
puedo entender la suerte que tengo, el hecho de que no quieras huir de mí, que
no te asuste con solo mirarte.
- ¿Por qué iba a hacer eso?- demandó
ella como si Daniel hubiera estado hablando en latín y no pudiera entender por
qué había llegado a esa conclusión. Cuando él empezaba a responderle, le
interrumpió.
-Daniel, no te tengo miedo porque sé que no me harás daño. Yo tampoco
puedo decirte con exactitud de donde viene ese sentimiento pero es así. Y ya
perdí demasiado tiempo desconfiando de mis sentimientos, considerando mis
inseguridades por encima de lo que sentía por ti. El hecho de que seas un vampiro no va a cambiar nada de eso
porque bien podrías tener tres brazos y mis sentimientos seguirían siendo igual
de fuertes.
Daniel la miró intensamente moviendo sus
manos nerviosamente por un momento. Después miró hacia el horizonte pensativo.
-realmente me dejas sin palabras…-Daniel
no concebía que la mujer que lo amaba era de echo una hembra de valor, y la más
hermosa que había visto nunca. A pesar de todos los años que había tenido para
enamorarse o sentir algo por otras chicas, nadie había podido calarlo tanto
como ella. Se sentía afortunado de que Layla lo aceptara tal y como era sin
querer cambiar nada.-Soy realmente el chico más afortunado. Porque eres una
buena persona por la que vale la pena luchar y por la que nunca podría dejar de
sentir lo que siento ahora. Tú, Layla, has sido la única que ha podido
atraparme de esta manera. Que has sabido ser una increíble amiga, y la mejor
novia. De verdad que intento buscar palabras para explicártelo pero no
encuentro la manera de hacerlo en la forma en la que lo mereces.
Layla lo miró mientras su cantarina risa
resonaba en el claro. El correr del agua se oía muy cerca de ellos y el húmedo
sonido pegaba a la perfección con la alegría de ella. Después se quedó en
silencio y una cálida brisa recorrió el claro. La luz de la luna había
transformado el lugar, haciéndolo verse irreal y hermoso.
-Cuando tenía siete años, mis padres
tuvieron un accidente. Tenían trabajo por lo que yo me quedé en casa con una
niñera que venía a veces a cuidarme. Esa tarde la llamaron, pidiendo que me
pusiera al teléfono. Supe que mis padres habían tenido un accidente del que
ninguno había sobrevivido. Lo primero en lo que pensé es que había recibido la
noticia sola, sin nadie que pudiera apoyarme. No había nada que pudiera haberme
hecho sentir mejor pero no paraba de pensar en que me quedaría sola para
siempre. Era egoísta por mi parte haber pensado en mí en ese momento. Yo estaba
viva, mis padres no. Jamás volvería a verlos y maldije que ellos no pudieran
vivir más tiempo pero yo todavía continuaba parada ahí. Siempre intenté ser
fuertes y esforzarme en la vida por ellos.
Me entristecía no tener un recuerdo definido de un alocado desayuno familiar, o
una salida por el parque de atracciones. Yo nunca pude vivir ese tipo de cosas
con ellos porque habían trabajado mucho para poder darme una vida mejor cuando
creciera. Nunca tuve eso. Me acostumbré a ser muy independiente… cuando
intentaron dejarme con algún familiar y no pudieron me llevaron a un orfanato
durante los primero años. Y finalmente acabé aquí. Aprendí a no aferrarme
demasiado a las relaciones de amistades o de cualquier tipo por miedo a
perderlas algún día y volver a pasar por lo mismo. Pero tú cambiaste eso. Cuando
te vas…bueno, recuerdo todas las cosas por las que he pasado sola…
Pero tú haces que los malos recuerdos no
sean tan malos y que me den ganas de tener nuevos y felices recuerdos contigo. Es
a ti al que debo estar agradecida.
Daniel la estrechó en sus brazos,
dándole calor. No quería pensar en lo sola que había estado, y por lo que había
tenido que pasar desde tan pequeña.
-Layla, lo siento tanto... Es normal que
pensaras en ti cuando supiste lo que paso, eras solo una niña asustada que de repente se había quedado sola en el mundo. Has
pasado por algo muy duro, pero gracias a eso eres tan fuerte. Te admiro por ser
capaz de seguir con tu vida e intentar estar bien por ellos. Amor, jamás voy a
dejarte, te lo prometo.
Layla
Layla no pudo contener las lágrimas,
porque a pesar de la situación se sentía feliz sintiendo sus brazos
abrazándola. Manteniéndola de alguna forma de su lugar… Para ella era difícil
hablar de sus padres pero con Daniel había sentido que tenía que hacerlo. Algo
se estaba planeando en su cabeza… esperaba no estar equivocándose.
Un rato después Daniel la llevaba a toda
velocidad hacia los jardines del internado, camino de sus habitaciones. Se
había asustado la primera vez que la
había llevado, aunque no había tardado más que unos poco segundos. Esta vez
estaba alucinando pero le encantaba la brisa sobre su cara y no mirar a Daniel
mientras corría era imposible. Necesitaba ver que aquello era real, que no
desaparecería de un momento a otro en un sueño. Sus brazos se sentían cómodos y
quiso que nunca dejara de correr.
Demasiado pronto para su gusto llegaron
a su cuarto. Entraron por la terraza en un veloz salto que los impulsó hacia
arriba rápidamente. La noche estaba muy tranquila. Daniel la soltó posándola de
pie en el suelo.
En el momento en el que entraba por la
puerta corrediza, las velas se encendieron dejando un resplandor cálido por la
habitación y sobre la enorme cama. Layla sonrió y se volvió a ceñir al pecho de
Daniel.
-mmmmm…- se limitó a ronronear.
-ven aquí, déjame cuidarte.
Daniel volvió a tomarla en sus brazos,
esta vez caminando hacia el cuarto de baño. Por el camino fue desvistiéndola,
sin torpezas, sin vacilación. Sus rápidos movimientos hicieron el trabajo sin
problemas. En algún momento activó el agua caliente que empezó a caer como una
cascada.
Sus ropas también quedaron atrás en un
parpadeo, no siendo más que estorbos.
La metió con él bajo el agua ardiente.
Simplemente la abrazó mientras yacían ahí. Su escultural cuerpo se adaptó al
suyo como si de dos piezas de un puzle se tratara. La sostuvo, en silencio.
Layla se dejó llevar por lo que sentía. Esto era algo que había necesitado,
algo que le había hecho darse cuenta de que ella no era la culpable por la
ausencia de sus padres. Y quizás algún día volviera a verlos… pero ahora Daniel
ocupaba toda su mente. Él calor del agua los mojaba a ambos, fundiéndolos en
una única persona. Sentía como si el agua la limpiara, y se llevara el dolor
con ella.
Los dulces y apremiantes labios de
Daniel recorrían su mandíbula. Sabía que había hecho aquello por ella, para
demostrarle que la entendía. Una vez el también perdió a sus padres, y al estar
los dos bajo el agua sabía que era un gesto para mostrarle lo mucho que la
amaba. Y ella no podía sentirse más feliz.
Capítulo
5
Layla
Una semana más tarde, en su habitación,
Layla se ajustaba el corpiño del corsé de su largo vestido hasta dejarlo perfectamente
sujeto. El cabello le caía trenzado por la espalda en suaves hondas, como un
camino serpenteante.
Respiró hondo mirándose en el espejo del
baño. La lámpara de gas situada en la parte superior de la pared le daba a la
habitación una atmósfera cálida y muy segura. Se miró nuevamente en el espejo
examinando su figura, algo desconcertada con lo que veía, ya que el atuendo que
la rodeaba no era algo a lo que estuviera remotamente acostumbrada. Pero se
alegraba de haberlo conseguido. Por fin llegaba el final del curso y tendría
que tomar una decisión…
Layla frunció el ceño y paró en seco el
rumbo de sus pensamiento, llevándolos hacia temas más mundanos.
La luz en el cuarto hacia que su aspecto
pareciera fuera de lugar en ese preciso momento. Se había acostumbrado al
talento de Daniel con las velas, ya que era toda la iluminación que él utilizaba
en su habitación.
Ella adoraba esa costumbre y al mirar a
su alrededor, deseó tener a Daniel junto a ella en ese momento.
Caminó de regreso a su habitación para
comprobar el trenzado de su cabello. No es que a ella le importara realmente
pero quería estar perfecta para él. Tan perfecta como lo sentía a él siempre.
Quería estar a su altura y sentirse hermosa cuando Daniel la mirara… Quería…
Suficiente,
ricitos de oro Pensó sacudiendo la cabeza mentalmente.
Fuera el cielo estaba nublado. Las nubes
se iban desplazando con rapidez y sutileza a la vez, dejando entrever el cielo
que comenzaba a oscurecer con el caer de la noche.
Layla buscó por la habitación sus
zapatos suspirando alegremente. En realidad, si se hubiera podido deshacer de
algo en ese momento, los zapatos hubieran corrido un grave peligro. El punto
bueno era que el vestido azul marino que llevaba le llegaba hasta el suelo y
los zapatos no se verían, por lo que escogió unos de tacón bajo y muy cómodo.
Todo el asunto de prepararse para el
baile le había traído añoranza.
Aunque desde que estaba con Daniel había
conseguido alejar los malos recuerdos de la cabeza la mitad del tiempo, en ese
momento sintió una punzada en su pecho mientras una imagen se filtraba por sus
pensamientos. El vago recuerdo de su madre trenzando su pelo cuando era niña.
Dios, cuanto habría deseado poder tener
a una madre que la ayudara a prepararse para el baile de fin de curso y ese
tipo de cosas tan normales que cualquier chica había tenido la oportunidad de
vivir. El hecho de que su pareja fuera, de hecho, un vampiro hacía que todo el
asunto de querer normalidad no tuviera mucho sentido. Y le gustaba de esa
forma. Este era su mundo.
Se recostó por un momento en las suaves
y frescas sabanas de satén que cubrían su cama, aspirando el sabroso olor de
Daniel en ella, y sintiendo su presencia como si estuviera allí mismo. Con los
ojos cerrados aún, recordó todo lo que habían pasado estos días. Daniel le
había mostrado las ventajas que conllevaba vivir en su mundo y ella sabía que había aprendido a controlar su deseo de
sangre hacia ella.
Se había dado cuenta una noche mientras
dormían.
Layla se había despertado de repente a
causa de un sueño e intentó reacomodarse nuevamente en el pecho de Daniel,
arrastrándose desde su posición hasta llegar a él. Cuando se había acercado, la
respiración de él había captado su aroma y sus colmillos se alargaron
instantáneamente.
Daniel abrió los ojos de repente,
mirándola fijamente por unos segundos de arriba abajo, suspirando. Las blancas
puntitas que sobresalían por debajo de sus llenos y seductores labios le había
parecido lo más sexy que podría haber visto al despertar.
Daniel la había tomado por la nuca y había
acercado su cuello a su nariz para poder olerla mejor. Sus grandes manos la
acercaban con anhelo.
Aspiró su olor como si fuera lo más
sabroso que había olido nunca. A ella le encantaba cuando hacía eso, y una
parte de ella deseó que hundiera los colmillos en su vena y así, poder
alimentarlo. El hecho de poseer lo que él necesitaba para vivir, dentro de
ella, y poder dárselo…
Layla quería alimentarlo, llenarlo… y no esperaba que nadie la
entendiera. Casi no lo entendía ni ella misma
Pero él le había besado el cuello de
arriba abajo y cuando volvió a mirarlo, sus colmillos había vuelto a la
normalidad.
Le había dicho en más de una ocasión lo
mucho que deseaba su sangre, pero prefería mantenerla a salvo, incluso aunque
no corriera tanto riesgo.
Su salud era lo primero para él, asique había
dejado correr el tema.
Layla abrió los ojos y recordó que
pronto se encontraría con Daniel. Recogió su abrigo y se dirigió hacia la
puerta una vez estuvo segura de que todo estaba en orden. Mientras lo esperaba
supo que su decisión era acertada.
Después de un momento Daniel apareció
caminando lenta y grácilmente por el pasillo de la torre donde estaban sus
habitaciones. No había otros estudiantes merodeando por ahí, por lo que imaginó
que todos ya estarían en el salón principal.
Cuando lo miró acercarse con su paso
firme y majestuoso llevando su abrigo cuidadosamente doblado bajo el brazo, se
sintió como si ambos hubieran viajado a otra época. A pesar de su elegante
atuendo negro de arriba abajo y su suave cabello, que caía desinteresado por su
frente, Daniel rezumaba poder con cada zancada que daba hasta llegar a ella. Su
marcado mentón y sus agudos pómulos lo hacía parecer temible a pesar de todo, y
Layla se sintió segura a su lado.
En ningún momento sus ojos abandonaron
su figura, y un calor le llenó el pecho cuando su mirada se impregnó de deseo.
Daniel era tan perfecto, también debido a que encajada a la perfección con el
tema Victoriano del baile.
Daniel pertenecía a ese mundo.
Daniel
Mientras se aproximaba hacia la puerta
de Layla, Daniel pensaba en la noche que les esperaba. Reacomodó la manga
derecha de su camisa y el abrigo que sujetaba, acercándose por el pasillo hasta
sentir el suave y encantador olor que desprendía Layla.
La vio parada junto a la puerta de su
habitación con el corpiño del vestido ciñéndose y pronunciando sus pechos. Su
delgada cintura se acentuaba debido a la falda que caía del vestido. No era muy
abultada y eso era lo que más le gustaba de ella. Daniel la había convencido
para regalarle un vestido acorde con el tema victoriano del internado, y no le
extrañaba que Layla hubiera escogido el menos pomposo. Sin embargo, estaba espléndida
y deseó bajar para poder demostrarles a todos que ella era suya…
-Estas hermosa esta noche…- dijo pegando
su cuerpo al suyo para sentir su calor – Bueno, sería más apropiado mencionar
que estas hermosa todas las noches.
Daniel le tomó la mano y la pegó a sus
labios mientras se inclinaba lentamente, siguiendo un poco más con la broma.
La suave y cantarina risa de ella, le
llenó el pecho y no puedo resistirse a besarla ardientemente posando la mano en
la parte trasera de su cintura para acercarla más a él. En un instante los
brazos de Layla estaban enroscados en torno a él mientras sus besos se volvían
cada vez más insistentes. Tras un momento, la tomó de la mano y comenzaron a
caminar por el pasillo hacia la escalera que bajaba hacia el salón principal.
Las lámparas de gas que iluminaban el
pasillo la hacían verse todavía más hermosa. Si eso era posible.
-Estás…- dijo ella parándose un momento
para pensar en el adjetivo adecuado - no estoy acostumbrada a verte tan
elegante.
-Entonces aprovecha, porque dudo que
vuelvas a hacerlo
Daniel soltó una limpia carcajada
mientras se aproximaban a la escalera.
-¿Estás seguro de esto? – le preguntó
Layla señalándose el vestido y con un gesto abarcando el salón al que estaban
por llegar.
Daniel le acarició la clavícula, no
pudiendo resistirse a tocar la suave piel.
Cuando ella se estremeció, respondió.
-Sí. Además de esta forma puedo
mostrarte un poco el estilo de vida que existía cuando aún era humano – esto
último lo dijo bajando la voz para que solo ella pudiera oírlo.
Juntos se acercaron a la gran escalera
que descendía majestuosa. Ella bajaba tomada de su brazo, no porque lo necesitara
sino por quería seguir en contacto con su cuerpo.
-¿formabas parte de la aristocracia? –
Layla parecía sorprendida –Bueno, tienes unos modales impecables en la mesa, y
la mayoría del tiempo pareces sacado de una revista porque cualquier prenda te
queda estupenda.
Ahora que lo pienso, no me asombra tanto-
Su tonó juguetón hizo que tuviera ganas de hacer muchas cosas que no eran
apropiadas para hacer en público.
Ambos terminaron de bajar y él sintió la
admiración que apreció ella al ver la elaborada decoración victoriana.
Daniel sonrió alejando esos pensamientos
de su mente, mostrando una hilera de perfectos dientes alineados unos con
otros. Lo que los demás no sabían era que sus dientes eran tan fuertes como
para masticar granito.
Ella se fijó en ellos y sus labios se
entreabrieron tiernamente. Su ceño se frunció mientras pensaba concentrada en
algo. Percibió en el aire la ansiedad que le causaba lo que estaba pensando.
Deseó saber de qué se trataba pero no sería grosero. No se metería en su cabeza
para atisbar sus pensamientos. En cambio dijo:
-Bueno digamos que mi familia perteneció
a una clase favorecida durante mi juventud. No figurábamos entre las familias
más importantes pero aún vivíamos según el estilo de vida aristocrático,
mientras mucha gente no tenía para comer. Aquello era algo que no comprendía y
mi padre creía que estaba loco por preocuparme por esos meros detalles.
Antes de que me convirtieran, mi familia
fue declarada en banca rota. Mi madre cayó enferma por la presión de la clase
social y la enfermedad se apoderó de ella. Durante ese ultimó año mi padre hizo
lo posible por ayudarla, pero la “Demencia precoz” como lo llamaban en esos
tiempos, iba muy avanzada. Supongo que
ahora la podrías llamar Esquizofrenia.
No sabía porque pero no había podido
dejar de hablar. Era un idiota, ¿Quería quitarle la ansiedad contándole este
tipo de historias? Esta no era las de y-vivieron-felices. Pero Layla no lo
miraba con ansiedad sino con pesar.
-No quiero ni imaginar por lo que
tuviste que pasar siendo tan joven. Es decir, a los veinte nadie quiere ver a
su madre de ese modo. Lo siento mucho…
Layla tomó su mano y se la apretó.
Dejó de lado el tema y se centró
nuevamente en ella. No quería pensar en los prematuros años de su vida, que
ahora se arremolinaban como escenas de una vida que no era suya. No quería
recordar la “aún educada” demencia de su madre. Ni la silenciosa desesperación
de su padre, pretendiendo que todo estaba bien. Ellos habían sido víctimas de
la presión que sufrían las familias “adineradas” a ver su “fortuna” pendiendo
de un hilo.
No culpaba a sus padres por su forma de
pensar. Habían crecido con esa mentalidad y desde luego no la habrían cambiado.
Empujó los amargos pensamientos al fondo
de su mente e inspiró de forma mecánica.
Los olores de todos los estudiantes se
mezclaban en el gran salón, pero sin ninguna duda el aroma de Layla se
anteponía al de todos los demás, inundando su nariz con el rico olor de su
champú. Los estudiantes de apretujaban bailando en el centro del salón, pero no
les prestó atención. Podría mirarla por el resto de la noche y no se cansaría.
Diablos, podría mirarla por el resto de la eternidad.
-Amor- hijo acercándose a su oído-
hueles increíblemente bien.
La risa juguetona que soltó ella y la
mirada de anticipación de ambos, los hizo ver como dos tontos enamorados. Y le
daba igual. Hace unos meses, se hubiera reído de sí mismo al verse tan atrapado
con una hembra. ¿Ahora? No encontraba una forma de detener todo lo que estaba
sintiendo por ella y tampoco quería. Estaba enloquecedoramente enamorado.
Sintió como ella se acercaba del mismo
modo al cuello de su camisa para olerlo. Sus grandes hombros la cubrieron.
-Eso no puedo rebatirlo-repuso con voz
inteligente- Pero soy no quien mejor huele esta noche.
Layla posó un juguetón beso en su cuello
mientras arañaba su piel con sus suaves dientes.
Eso calentó su cuerpo al instante. Dios,
ella lo volvía loco.
Estaba
perdidamente loco por ella…
Mientras una nueva canción comenzada a
inundar el salón y los bajos retumbaban en las paredes Daniel la acercó a su
cuerpo.
-¿te gustaría bailar? –Por un momento,
casi esperó que le dijera que no. Ella no se había sentido muy cómoda los años
anteriores cuando se había celebrado este tipo de bailes de Fin de curso, pero
de algún modo esperó que aceptara. Él tampoco pertenecía a este mundo. Durante
los años que había vivido en la grandeza, nunca se había interesado en este
tipo de cosas. Pero ahora que la miraba, tan hermosa con el vestido azul marino
contrastando con el color miel de su piel, deseaba vivir esto con ella.
Layla sonrió desprendiendo alegría
-¿de verdad me lo preguntas?- Su voz se
alzó segura por encima de la música- No te soltaría ni loca en esta multitud.
Todas las chicas te miran esperando que te separes de mi- Layla soltó una risa
genuina- Además, no podría rechazarte nunca, estas hermoso con este traje.
Antes de que terminara de hablar se
lanzó contra ella mientras se tomaban, encajando como dos piezas que hubieran
sido separadas y que finalmente alguien hubiera vuelto a unir en su lugar,
donde pertenecían.
Layla
Daniel los incorporó a la pista de baile
con un giro limpio.
Layla no podía describir lo que sentía
mientras su cuerpo se mecía entre la multitud de estudiantes y Daniel la
dirigía de un lado a otro del salón con habilidad y gracia. Sentía como si
volara, al notar la pesada pero cómoda falda de su vestido moverse con ella, al
son del Vals.
No pensó que le gustara tanto todo el
asunto del baile, pero en ninguna de las otras ocasiones había estado Daniel en
su vida. Con él, todo era sencillamente mejor…
No tenía que pensar en los movimientos,
solo se dejaron llevar por el sonido de la música en sus oídos. Podrían haber
estado así durante horas, y solo habría sido aún mejor.
Después de lo ocurrido con sus padres,
siempre se había negado inconscientemente este tipo de cosas y ahora se sentía
como si por esa noche estuviera experimentando las vivencias de otra persona.
La música y los círculos que trazaban
por el salón junto con las otras parejas, la hacía olvidar los sombríos
momentos de lo que ahora le parecían pertenecer a otra vida. Una más oscura.
Y todo aquello, solo hacía que quisiera
llevar a cabo su decisión en ese mismo momento.
Daniel la besó después mientras daban
vueltas y gradualmente se fueron dirigiendo hacia un extremo del salón. Algunos
estudiantes que bailaban a su alrededor lazaban furtivas miradas hacia ellos y
ella no pudo evitar comparar los suaves y expertos movimientos de Daniel con el
intento algo torpe de los acompañantes que se movían próximos.
Su risa se mezclaba con la música y
Daniel la miraba todo el tiempo, fijando la mano en su cintura y guiándola. Su
sonrisa la hizo sentir bien. Sabía que Daniel no había querido seguir hablado
acerca de la develación de sus padres. Por lo que lo había dejado pasar por
esta noche, por él.
Y al ver su sonrisa y lo radiante que
estaba, su pecho se llenó de orgullo al tener a alguien tan valiente a su lado.
Sin duda había tenido que pasar por mucho hasta llegar hasta donde estaban en
ese momento y deseó que jamás se acabara.
Lentamente habían acabado por llegar
hasta las puertas de cristal que conducían hacia los jardines del internado y
en su reflejo pensó que Daniel se veía admirable mientras la sostenía en sus
brazos. Deseó salir fuera para poder tener un momento de tranquilidad.
-¿te apetece salir? – Preguntó él. Sin
duda había adivinado el rumbo de sus pensamientos.
Ella asintió y ambos giraron hacia las
brillantes puertas de cristal. Aquella noche el internado estaba magnífico y la
decoración del salón era totalmente exquisita.
Cuando el aire fresco la rodeó y refrescó
su pecho sintió alivio. Finalmente la noche se había tornado cálida. Decidió
que era el momento perfecto para hablarle de lo que había decidido.
Caminaron en silencio hasta un banco de
aspecto antiguo situado un poco más alejado de la multitud de la fiesta.
Sin decir una palabra se lanzaron en pos
del otro. Daniel alojó tiernamente sus manos en sus mejillas mientras la besaba
como si no la quisiera dejar ir.
Sus manos se enroscaron en su pelo, ya
que sabía que a él le encantaba.
-Estas incluso más hermosa a la luz de
la luna
Su grave risa retumbo en su cuerpo y
ella se sujetó a sus grandes hombros, besándolos
De pronto pensó en lo que le había
contado antes de bailar. Había dicho que antes de que lo convirtieran, su
familia había sido declarada en quiebra. Pero, ¿Y qué había ocurrido luego?
-Daniel- repuso después de un momento-
¿Qué ocurrió después? Es decir, cuando te convirtieron.
Él la miró por un momento y dijo:
-Unos años después de que mi madre
cayera enferma, me encontré en un callejón con una mujer hermosa- Daniel sintió la leve turbación en el rostro de ella pero
continuó- No pensé que fuera tan atractiva, sino más bien era su postura al
caminar, su forma de moverse y la expresión de su rostro lo que la hacía
hermosa y diferente. Mientras pasaba a mi lado, sentí curiosidad al ver a una
hembra caminar a altas horas de la noche sin compañía. En un momento estaba
caminando y al segundo me encontraba contra la fría pared del callejón y ella
me apretaba contra el muro. Fue muy rápida y casi no entendía que estaba
pasando hasta que comprendí que estaba bebiendo
de mí.
Horrorizado intenté gritar pero mi
cabeza comenzaba a nublarse y deje de pensar coherentemente. Lo ultimó que
recordé fue un extraño e incitante sabor en la boca. Unas horas después me
desperté en el suelo del callejón. Un tipo que pasaba por allí había intentado
despertarme.
Cuando abrí los ojos por primera vez,
todo era distinto. Nunca entendí qué había llevado a la chica a convertirme.
Layla procesaba aquella información,
intentando ponerse en el lugar de él.
¿Qué pasó cuando tus padre se
enteraron?- preguntó intentado imaginarse la situación 170 años atrás. Debía de
haberse sentido tan perdido…
-Aquella fue la última noche de mi vida
como humano, por lo que naturalmente fue la última vez que vi a mis padres.
Ellos eran diferentes a mí y mi madre ni me reconocería. Quería protegerlos, me
decía. Pero no fue hasta mucho después, que me di cuenta que lo que me había
impulsado a huir de aquello era que yo no pertenecía a ese mundo.
Regresé alguna vez para asegurarme de
que estuvieran bien, pero nunca dejé que me vieran. Lo último que recuerdo es a
mi madre en la cama, con las canas cubriéndole el cabello, y a mi padre junto a
ella.
Era mejor de esa manera, ellos debían
llevar una vida lo más normal posible.
-¿Pero ellos nunca te buscaron?- Layla
preguntó con el corazón encogido. Ambos habían tenido que vivir sin sus padres,
por una razón u otra.
-En aquel momento, era fácil que la
gente desapareciera. Me buscaron por unos meses, pero pronto pensaron que
estaba muerto.
El silencio se extendió mientras la
música desde el salón llegaba a ellos. La expresión de él mostraba añoranza.
-¿Quisieras haber seguido siendo humano?
¿Te arrepientes de ser un vampiro?
La respuesta de él fue rápida como el
rayo y su voz estaba impregnada de dulzura.
-Si esa respuesta fuera afirmativa,
estaría negándome a esto que hay entre nosotros. Si no me hubieran convertido,
jamás te abría conocido. Asique no, no me arrepiento de ser quien soy. En este
momento amo lo que soy, porque así puedo protegerte. Puedo ayudarte, si me
dejas… solo querría pasar mi existencia junto a ti.
Su voz era perfecta y el bajo y profundo
barítono de su voz le erizó la piel. Su mano se deslizo por la mandíbula de
Layla, como una promesa silenciosa.
El aire se había quedado atrapado en sus
pulmones y sentía como si se hubieran tomado unas vacaciones no autorizadas.
Solo se quedó mirándolo en la oscuridad de la noche, observando como la luz
diamantina de la luna hacía que su piel pareciera aún más hermosa. No podía
para de pensar que esa elección de palabras era justo lo que necesitaba para
lanzarse. Porque, ¿Y si él deseaba la mismo que ella? Sin pensar demasiado en
el tema se tiró a la piscina
-Entonces conviérteme. -Su voz sonaba
segura y cálida. Nada que ver con cómo se sentía por dentro.
Daniel frunció el ceño como si lo que
acabara de decir lo hubiera tomado completamente por sorpresa. La miró
profundamente, no entendiendo cómo era que habían llegado a conclusiones tan diferentes.
-¿Qué?
Ella lo interrumpió antes de que pudiera
terminar la frase.
-Por
favor… -Su tono de súplica echó a perder el muro de contención en el que se
había convertido Daniel. O eso esperaba.
Sus ojos no se apartaban de ella
mirándola de arriba abajo, deteniéndose en las curvas de su vestido mientras su
expresión se suavizaba. También se quedó mirando detenidamente su cuello, en el
lugar exacto donde corría su sangre. El pelo trenzado dejaba vía libre a su
imaginación y eso le gustó. Ella también se imaginó lo qué pasaría si al final
Daniel la convertía. La imagen de ellos dos juntos mientras él se inclinaba
sobre su cuello era completamente sensual.
-Layla, ¿estás completamente segura?
¿Desde cuando quieres esto…?
Ella pensó en la mejor forma de
explicárselo.
-Desde siempre me he sentido fuera de
lugar en un mundo de humanos. No lo sabía porque aún no existías para mí. Mi
vida no era nada antes de conocerte y tú has hecho que ahora quiera vivir para
siempre. No soportaría ver cómo te alejas de mi con el paso de los
años….Siempre pensé que eras tan diferente a los demás… y cuando supe la verdad
entendí por qué yo también soy tan diferente al resto.
Cuando no respondió rápidamente, ella
dijo:
-Sólo quiero ser lo mejor para ti. Tú me
lo das todo y quiero poder darte esto.
-Dios, Layla tú me lo das todo siendo
humana. No tienes que cambiar por mí.
-Pero también es por mí…- su voz era tan
baja que casi se convirtió en un murmullo perdiéndose en la noche. Pero sabía
que él la había escuchado.
Quizás le disgustara la idea de pasar la
eternidad con ella. Quizás lo estaba viendo todo demasiado rápido, quizás lo
había asustado. Las cosas no sucedían de ese modo en el mundo normal pero entre
ellos nada había sido remotamente normal. Daniel hacía que el mundo que lo
rodeaba fuera mágico…
Ella bajó la cabeza y respiró hondo, en
realidad entre sus opciones había esperado algo así. Quizás…
Daniel la tomó en sus brazos rápidamente
en un movimiento que casi ni existió, impulsándola hacia su regazo. Sus labios
hicieron contacto sin delicadeza, sin dulzura. Fue pura necesidad lo que la
inundó, y la ansiedad de sus labios mientras la besaba la hacían querer todavía
más… las manos de él recorrían su piel de arriba abajo y una pequeña llama de
esperanza de encendió en su pecho.
Daniel la miró a los ojos, apretando la
mandíbula. Cuando habló pudo ver las hermosas puntitas de sus colmillos.
-No voy a privarte de algo que quieras…-
su voz sonaba ronca y completamente masculina.- Pero debes estar completamente
segura, amor. De esto no hay vuelta atrás. Me siento un imbécil por decir esto,
pero espero que no cambies de opinión.
Layla Lanzó un grito a la noche que duró
solo un latido. Se pegó a los labios de su amante y lo abrazó con fuerza. Era
real, estaba pasando de verdad. Las manos de él recorrían su cuerpo nuevamente,
con amor y deseo. Layla sonrió con anticipación ante lo que estaba a punto de
pasar entre ellos y su cuerpo se llenó de una calidez que ni la más fría de las
noches podría haber extinguido.
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