martes, 9 de julio de 2013

El amor más intenso...

                                                        

                                                               



                                       Layla y Daniel se pertenecen el uno al otro, sólo que 
                                       todavía no lo saben... Están peligrosamente a punto de 
                                       caer en un remolino de placer y amor infinitos...
                                                      Y ni siquiera se lo imaginan...


                                                                    

                                                               Capítulo 1

Layla

Por las noche. Cuando ya nadie estaba. En la oscuridad y tranquilidad de su cuarto pensaba en él. Dios, lo deseaba.
Más de lo que realmente quería admitir, incluso a sí misma. No podía evitarlo.
Él era tan grande en comparación con ella...él era tan dulce siempre.
O al menos lo había sido en sus sueños. En su propio paraíso a su lado.
Idiota… Pensó
Los días pasaban y cada día sentía la necesitad apretándola por dentro.
Podía imaginárselo a él, en la habitación continua. Podía sentir cuando el entraba, los ruidos provenientes del interior.
Podía sentir cuando la ropa de él caía despreocupada por su cuerpo hasta suelo.
Layla se dio vuelta en la cama sacando las imágenes que su mente creaba en esas ocasiones.
Sin embargo, era en esos momentos, en la intimidad de su dormitorio, donde sentía que debía decírselo todo a Daniel.
Le necesitaba, aquí, ahora.
Pero no lo llamaría, no lo buscaría. No esta noche.
Respirando entrecortadamente, a causa de la imagen del rostro de Daniel en su mente, sintió como el calor en su cuerpo iba aumentando.
No podía evitar imaginárselo a su lado, acostado junto a ella en la oscuridad. Quería sus lindas manos por su rostro y su cuerpo, regalándole su calor.
Agarró con fuerza el cojín de tenia a lado de ella, reprimiendo las ganas. Alargando el tiempo. Intentando evitar lo inevitable.
Pero ella no pudo evitar seguir fingiendo que estaba aquí. Que él la quería. Que él la deseaba.
Fuera el tiempo estaba fresco, ya de noche. Layla se apretujó más entre las mantas y miró fijamente al techo, enojada.
¿Enojada con qué? Se preguntó. La frustración de no poder tenerlo en ese mismo segundo corría espesa por su cuerpo.
Finalmente sujetó el cojín a un lado mientras su respiración aumentaba.
Resignada soltó el cojín y lo dejo caer a un lado de la cama, en el suelo. Suspiró.
Inevitablemente bajo su mano hacia su abdomen, acariciándose.
Su piel estaba caliente bajo las mantas.
Ella imaginó que era él quien la acariciaba. Se sentía bien pensando en él.
Pero ella no podía hacer más que eso. Layla no quería más que eso por parte de ella misma.
Ella deseaba que fuera el quien la tocara, pero no había nada que pudiera hacer. Era la única forma en la que estaría cerca de ella de ese modo. En su imaginación.
Y en momentos como esos Layla no podía aguantar la agonía. La presión. La tristeza de que él estuviera en la habitación continua y no ahí, con ella.
Tan cerca y alejados a la vez.
Finalmente se rindió. Recogió el cojín del suelo. Apoyó sus brazos entrelazados entre si encima de su pecho.
¿Cómo soportaría la pena si él le dijera que no la quería? no podía siquiera pensarlo.
Daniel era diferente… Sus gestos, su forma de hablar y de actuar lo hacían lo más hermoso y sobre todo diferente que había conocido.
Él siempre había sido como su sol. Inconscientemente Daniel la tranquilizaba. Ella se sentía bien pensando en que él no estaba lejos, y que podía protegerla de algún modo. Por un momento pensó en lo patético que eso sonaba. Pero no le importó.
Pero el hecho de que una estúpida pared los separara era un asco.
Respiró hondo dejando atrás los pensamientos. Y poco después cayó en la inconciencia.

Daniel

Daniel respiró hondo. Estaba acostado en la cama. Hacía ya un rato que todo estaba oscuro.
Por las noches, cuando el sueño aun no tocaba su puerta, se dedicaba especialmente a Layla. Pensaba en ella.
Veía las imágenes de sus recuerdos en los que ella estaba. Recordaba su rostro.
Aquella noche estaba más pensativo que nunca. Llevaba dando vueltas en la cama un buen rato.
Y todo el tiempo sin poder ignorar las ganas que tenía de salir de su cuarto y buscarla.
Pero ella probablemente estaba durmiendo. Y ese era el menor de los motivos que lo detenían. Que le obligaban a permanecer donde estaba.
Suspiró. ¿Cuánto más podría aguantar? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que un día se presentara en su cuarto dispuesto a todo?
No mucho, Seguro.
En el silencio de la noche escucho un jadeo. Como si se quejara.
Supo inmediatamente quién era. También supo porque estaba tan sintonizado a esa vos.
Era ella. Su amada. Pero no extendía lo que ocurría al otro lado de la pared.
Estaba confuso pero muy curioso al mismo tiempo.
Sus instintos protectores afloraron en un segundo mientras agudizaba su oído, atento a los sonidos de la habitación de al lado.
Esperó un momento, completamente en silencio. Aunque en realidad no necesitaba el silencio para escucharla. Sus sentidos eran mucho más agudos que los que poseían los humanos. Y si le sumamos eso al hecho de que él oiría su voz en cualquier lugar… en cualquier sitio.
Podía sentir su acompasada respiración acelerándose, y el instinto de salir corriendo para asegurarse de que todo estaba bien lo carcomía por dentro.
Layla se quejó suavemente. Todo estaba tranquilo y sintió en su bajo suspiro que no había ningún peligro. Tras un instante suspiró, dejando  caer algo al suelo.
Era liviano. Daniel no pudo reprimir una imagen de Layla en la cama justo en ese momento. Oh, Dios. Tendría que olvidar esos pensamientos rápido. No estaba seguro del control que tendría si seguía imaginando.
Layla jadeo de nuevo. Suspiro y después de un momento gimió suavemente.
Fue despacio y lento. De repente sentía derrumbarse tomo su auto control.
Centró todos sus sentidos en ella. Gimió otra vez, tan despacito que casi parecía un suspiro. Dave estaba volviéndose loco con esos sonidos…
Quería ser el quien le diera ese placer.
Deja de soñar se dijo a sí mismo.
Pero él podía distinguir entre el placer y el dolor, y confundido se dio cuenta de que ella tenía una mezcla bastante cargada de los dos sentimientos.
Parecía sollozar. Se le encogió el corazón solo de pensar en su dolor.
Layla volvió a quejarse y tras unos segundos su habitación se sumió en un completo silencio.
La extraña escena había durado sólo unos segundos. Unos eternos segundos de completa agonía.
Debía controlarse realmente si no quería salir a buscarla ahora mismo…
Sin embargo, después de pensarlo un momento, supo que él no hubiera intentado ir con ella, aunque ella hubiera seguido.
Él no tenía derecho a ello. Layla posiblemente pensaba en otra persona. Él no tomaría una decisión como ir a buscarla basándose solo en lo que el sentía. Él la respetaba por encima de cualquier cosa.
Dios mío, ayúdame… Pero el deseo de ella era tan fuerte... Basta.
Daniel pensó en como Layla lo miraba... tan abrumadora, inocente y atrevida a la vez.
Ella era su perdición desde el primer día en que había llegado al internado.
No recordaba algún momento más feliz en su vida que cuando estaba con ella… como amigo, claro.
Sin embargo, él estaba seguro de algo, y respecto a eso no cambiaría de opinión nunca. La esperaría. Siempre.
Y si resultaba ser que ella no sentía nada por él, entonces el seguiría esperando,
Con la esperanza de que algún día pudiera hacerse un huequito en su corazón.
Cerró los ojos con fuerza al pensar en la posibilidad de que alguien que no fuera él pudiera llenar ese lugar. Su lugar
Se relajó unos minutos más tarde, volviéndose a concentrar en los sonidos de la otra habitación.
Ahora su respiración era tranquila, acompasada. Layla dormía.
Daniel siempre quedaba más tranquilo cuando la escuchaba dormir. Examinó rápidamente y de forma automática los ruidos del exterior, escuchando sólo tranquilidad. Se dijo que aunque no podía estar con ella justo allí, al menos ella estaba completamente a salvo. Daniel se relajó en las almohadas.
Se había sentido un poco culpable al haberla escuchado antes, pero sin embargo, era algo que no podía evitar.
Era más fuerte que él mismo. Daniel quería ser quien la tocara. Muy despacio y suave. Nunca le haría daño, por muy poco que sea.
En su mente, ambos yacían juntos. Las sábanas de ceda negra de su cama los cubrían levemente. Él la besaba., nunca pararía de hacerlo. Soñaba con esa fantasía casi todas las noches.
Deseaba abrazarla. Estrecharla contra su cuerpo, mientras ella dormía plácidamente.
Estaba volviéndose loco. Más bien, ella lo estaba volviendo loco.
Sentimientos que jamás espero sentir de una manera tan intensa, ahora lo embargaban.
El dolor por lo tenerla, el amor, el deseo...
Después de un momento no pudo evitar quedarse dormido.
Dave siempre solía dormir pensando en ella. Su mayor amor. Su Dama.
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Chicas este es una nueva historia, espero que les guste! COMENTEN!

3 comentarios:

  1. Amiga, debo decir que si quisieras podrias publicar esta historia como un libro. En serio me sorprende :D

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  2. Agy muchas gracias, no sabes lo importante que es para mi poder compratir mis hirtorias y que te gusten!! de verdad gracias :)

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  3. No, no me gusto, ME ENCANTO!!!! Están geniales :D te considero una gran escritora :D

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