lunes, 19 de agosto de 2013

El amor más intenso

                                          

  
                                                                       Layla y Daniel se pertenecen el uno al otro, 
                                        sólo que todavía no lo saben...Están peligrosamente 
                                        a punto de caer en un remolino de placer y amor infinitos
                                                          y ni siquiera se lo imaginan…


                                                                                                                       
                                                                    Capítulo 4


Layla

Layla se despertó por la mañana sintiendo como la nube de inconsciencia propia de los sueños se deslizaba por su mente hasta estar completamente lúcida. Y feliz…
Estaba en los brazos de Daniel y el calor que irradiaban sus cuerpos juntos la hacía sentirse mejor que nunca. Giró la cabeza para ver la tranquila e inocente expresión en el rostro de él. Verlo dormir mientras su musculoso pecho subía y bajaba con cada respiración… era lo más pacífico que había visto en su vida. Todavía no podía creer las cosas que había sucedido la pasada noche. Sinceramente nunca se imaginó que ellos pudieran entenderse tan bien… Rio mentalmente y lo estrechó un poco más cerca, no queriendo despertarlo. Pero en ese momento las manos de Daniel comenzaron a trazar círculos y formas por su hombro. Su piel se erizó al contacto. Ella se estremeció y enrojeció levemente al sentir la acompasada risa de Daniel. Layla levantó la mirada hacia él.

-Buenos días, amor- dijo Daniel con esa voz tan sensual que había usado la otra noche para hacerla sentir tan bien… mejor sería apartar de su mente ese tipo de pensamientos en ese momento si pretendía desayunar en un futuro próximo... estaba seguro que si empezaban otra vez no habría nada que los hiciera detenerse.

-Buenos días- respondió ella justo antes de que sus labios se juntaran. Daniel la besó de una forma en que no le pareció nada justo el hecho de que hubieran tardado en estar juntos. Sus respiraciones aumentaron y él la tomó por la cintura de forma juguetona.
-¿Quieres desayunar ahora? – le preguntó mientras sus dientes mordisqueaban la fina piel de su cuello. Pero no sintió miedo. Si Daniel no le había hecho daño anoche, después de las horas que habían pasado en su habitación… no creía que corriera ningún tipo de riesgo con él.
-Sí, claro- repuso de forma casual mientras acariciaba su pecho.
Daniel sonrió abiertamente ante el tono de voz de ella y se alzó desde la cama para vestirse. Su cuerpo marmóreo se elevaba hasta la perfección.
Ella lo miraba desde la cama, recorriendo cada centímetro de su sólido cuerpo con la mirada. Daniel sintió su escrutinio y la miró con amor antes de besarla durante un largo rato. Layla se enfundó sus vaqueros, y una fina camisa beige de franela que resaltaba sus curvas.

Poco después bajaron a desayunar. Layla agradeció que fuera domingo y no tuvieran clases. Ella se había sorprendido al verlo comer delante ella como si fuera lo más normal. Recordó la explicación que le había dado Daniel en la mesa de la cafetería. Estaban en un rincón, una mesa que daba a una parte un poco menos iluminada de la cafetería.
-Bueno, puedo comer un poco, no me afecta siempre y cuando consuma suficiente sangre, no tendré problemas. La comida no es necesaria aunque me gusta disfrutar de una buena comida, pero la sangre es esencial.
Layla todavía estaba asimilando el hecho de que fuera un vampiro y que hubiera una civilización completamente distinta a la de ella.
- ¿De verdad? Estaba segura de que los vampiros no podían comer, aunque bueno, qué sabré yo al respecto…- respondió con desenvoltura para no hacerlo sentir muy incómodo. Él sonrió y acarició su mano.
Daniel era sencillamente perfecto frente a ella. Pero siempre lo había sido, y se dio cuenta de que no le sorprendía tanto que él fuera un vampiro, ya que de ese modo justificada tremenda perfección y coordinación de movimientos. No estaba muy segura de si convertirte en vampiro también te hacía tan enloquecedoramente atractivo como él era.
-¿Y qué me dices de salir a la luz del sol? ¿No te afecta?
-bueno, la verdad es que puedo salir a la luz del día sin problemas pero no nos agrada, e intentamos alejarnos en la sombra o en las habitaciones. No puedo morir a causa del sol pero me resulta molesto y el resplandor no es bueno para mis ojos, ya que están mejor adaptados en la oscuridad.
-Se podría decir que de ahí viene el mito- repuso Layla como si estuvieran hablando del puré de patatas que servían en la cafetería.

Ahora se encontraba caminando con Daniel a su lado sujetando su mano rumbo a su habitación. Observó cómo las gruesas cortinas amatistas colgaban de la terraza con ventanas francesas. La habitación estaba inmersa en una oscuridad y tranquilidad que sumieron a Layla en otro mundo. La frescura la hizo sentirse mucho mejor.
Se quedó parada en su sitio intentando que su vista se ajustara a la oscuridad reinante.
Sentía a Daniel tras ella y después de un momento unas velas se encendieron repentinamente en la habitación. El resplandor cálido fue inmediato.
Ella miró rápidamente a Daniel preguntándose qué demonios acababa de pasar y creyendo imposible que él las hubiera encendido.
-¿Has sido tú?- le preguntó en medio de un jadeo.
Daniel asintió ajustando su mirada a la suya. Su boca formó una media sonrisa que la volvió loca.
-No es nada… son pequeños truquitos metales que soy capaz de ejercer sobre algunas cosas, pero no puedo hacer mucho más.
- ¿de verdad?- Layla no paraba de sorprenderse.
Las velas colgaban sujetas a un candelabro por encima del cabecero de la cama y daban a la habitación un ambiente perfecto. Caminó por el dormitorio observando la cama con las sábanas de ceda negras y los demás objetos que caracterizaban a Daniel.
En ese momento recordó la otra noche cuando lo había imaginado en la habitación de al lado, siempre escuchando los sonidos pero sin saber qué hacía. Dios, cuanto lo había deseado y ahora ese sentimiento de inseguridad que la había dominado estaba más que desaparecido.
Lo miró deseando tenerlo más cerca. Él pareció entender su estado de ánimo, pues se lanzó a toda prisa por la habitación hasta donde estaba ella, tomándola en sus brazos como a una niña. Sus fuertes brazos la ciñeron a él y la besó. Pronto sus respiraciones estaban aceleradas.
Después de un momento Daniel la sentó en la cama y se dirigió hacia una televisión y un reproductor de DVD. Removió entre las películas del estante y le preguntó.
-Amor, ¿te apetece ver una película conmigo?
Layla pensó en el hecho de que la luz de sol no era cómoda para él. Podrían aprovechar las holas de sol aquí en su cuarto, y ver una película con él le pareció una idea genial.
-Me encantaría- le aseguró mientras una enorme sonrisa se formaba en sus labios.
Daniel desplazó su mirada hacia su boca por un segundo pero ella lo notó como si hubiera sido una eternidad. Su mirada mostraba una entrega completa a ella, y no supo en qué momento dejó atrás los malos recuerdos para sentirse la persona más afortunada del universo. Si tan solo pudieran tener la eternidad para ambos…

Daniel

Daniel movió sus dedos a lo largo de la espalda de Layla, acariciando la suave y fina piel. Tom Cruise corría en la pantalla plana de la desierta cuidad de Nueva York. Habían escogido ver Vanilla Sky ya que era una de las preferidas de Layla. Él prestaba atención a la pantalla de forma ausente, centrándose en el rose de sus dedos en su piel y en el cosquilleo que sabía que le estaba causando. La camiseta que llevaba hacía muy difícil resistirse a tocarla, aunque fuera a más leve caricia. Layla ponía los ojos en blanco cada vez que bajaba hasta la parte baja de la espalda, y se estremecía de manera casi imperceptible. Casi
Le encantaban los movimientos, las reacciones que tenía. Era tan humana y tan sensible… Aunque desde la otra noche él sentía cosas que no había esperado sentir con tanta intensidad como por ejemplo, los labios de Layla lo volvían loco. Cuando hablaba podía ver con claridad su sensual movimiento y su característica sonrisa. Su olor había impregnado la habitación entera. Eso lo hacía sentirse muy bien. Quería que su olor estuviera en todas partes, la quería sola y exclusivamente para él. Y eso incluía no salir de su habitación.

Unas horas más tardes él sol estaba poniéndose en el horizonte y pronto habría oscurecido. Durante la hora del almuerzo había ido en busca de algo más de comida para ella. No quería perderse ni una de sus comidas y la había observado hasta que quedó llena y satisfecha.
El instinto de protegerla siempre estaba ahí, por lo que registró los sonidos provenientes del exterior en busca de cualquier cosa que pudiera poner a Layla en peligro. Sabía muy bien que el mundo no era tan pacifico como a veces parecía ser y en ocasiones se había cruzado con la gente equivocada. No quería eso para Layla… Quería protegerla de ese tipo de gente, cuidarla. Pero supo con total certeza que todo estaba en orden.
-¿estás bien?- le preguntó Layla con voz somnolienta. En la última media hora la había estado acariciando mientras ella se relajaba tanto que casi se había dormido. Seguramente había notado como sus brazos se tensaban mientras la abrazaba.
-Sí, no es nada.- dijo intentando relajar su postura.
-Hay cosas que todavía no me has contado.
-¿Qué quieres saber?- preguntó de repente.
-¿Cuántos años tienes?
Layla se movió alejándose un poco de él para poder mirarlo mejor. Lo observaba con curiosidad desde su nueva posición, y lucia tan inocente con las piernas dobladas hacia arriba y los brazos entre ellas.
Daniel lo pensó por un segundo, temiendo que su edad la sorprendiera demasiado.
-Amor, tengo 170 años –dijo rápidamente como esperando que pasara lo antes posible
Layla alteró su expresión por un segundo hasta volver a poner el mismo gesto que había tenido.
Antes de que pudiera decir nada la tomó rápidamente de la mano sin decir una palabra. La atrapó en sus brazos, sujetándola como un bebé ya que  ciertamente para él pesaba menos que uno. A la velocidad del rayo la llevó por la noche. La luna se alzaba magnífica encima de ellos.
No se preocupó por si alguien podía verlos ya que para los humanos él solo sería un borrón. Al cabo de unos segundos se detuvo, pues que ya se había alejado lo suficiente del internado. La tranquilidad los envolvió… no habían luces alrededor y el deslumbrante resplandor de la luna que bañaba el rostro de Layla la hacía verse muy sexy. Ella estaba jadeando todavía sin entender que había pasado. Hacía un momento estaba en la cama de su habitación y ahora se encontraban en un desierto verde en la oscuridad de la noche. Era sorprendente lo rápido que había desaparecido el sol.
Un angosto río corría y deslizaba cerca de donde ellos estaban. El claro era sencillamente grandioso, así que no había dudado en llevar a Layla allí. Quería mostrarle lo que podía hacer, pero sobre todo quería un lugar en el que se sintiera mejor, y en el que no tuviera reparo en preguntarle lo que fuera.
La bajó para que pudiera estar más cómoda. Por unos segundos solo se limitó a mirarlo sin decir nada. Le pareció que estaba intentando averiguar si estaba soñando o lo que acababa de pasar era real.
-¿Cómo has…?- Layla cerró los labios formando una línea y sus sorprendidos ojos recorrieron el lugar donde estaban como si de repente hubiera dejado de importarle lo que iba a decir. Su boca formó una tierna o y se inclinó sobre la hierba para poder tocarla.
Se sentó junto a ella esperando que encontrara las palabras que tanto quería decir.
-¿te gusta? – Inquirió Daniel finalmente. Llevó su mano hasta su cara para acariciarla.
Layla sonrió como nunca la había visto y dijo:
-Daniel eres magnífico…- dejó la palabra en el aire mientras lo miraba a los ojos antes de besarlo.
-bueno, no creo que eso sea muy objetivo viniendo de ti, pero no sabes lo feliz que me hace que pienses eso. Aún no puedo entender la suerte que tengo, el hecho de que no quieras huir de mí, que no te asuste con solo mirarte.
- ¿Por qué iba a hacer eso?- demandó ella como si Daniel hubiera estado hablando en latín y no pudiera entender por qué había llegado a esa conclusión. Cuando él empezaba a responderle, le interrumpió.
-Daniel, no te tengo miedo porque que no me harás daño. Yo tampoco puedo decirte con exactitud de donde viene ese sentimiento pero es así. Y ya perdí demasiado tiempo desconfiando de mis sentimientos, considerando mis inseguridades por encima de lo que sentía por ti. El hecho de que seas un vampiro no va a cambiar nada de eso porque bien podrías tener tres brazos y mis sentimientos seguirían siendo igual de fuertes.
Daniel la miró intensamente moviendo sus manos nerviosamente por un momento. Después miró hacia el horizonte pensativo.
-realmente me dejas sin palabras…-Daniel no concebía que la mujer que lo amaba era de echo una hembra de valor, y la más hermosa que había visto nunca. A pesar de todos los años que había tenido para enamorarse o sentir algo por otras chicas, nadie había podido calarlo tanto como ella. Se sentía afortunado de que Layla lo aceptara tal y como era sin querer cambiar nada.-Soy realmente el chico más afortunado. Porque eres una buena persona por la que vale la pena luchar y por la que nunca podría dejar de sentir lo que siento ahora. Tú, Layla, has sido la única que ha podido atraparme de esta manera. Que has sabido ser una increíble amiga, y la mejor novia. De verdad que intento buscar palabras para explicártelo pero no encuentro la manera de hacerlo en la forma en la que lo mereces.

Layla lo miró mientras su cantarina risa resonaba en el claro. El correr del agua se oía muy cerca de ellos y el húmedo sonido pegaba a la perfección con la alegría de ella. Después se quedó en silencio y una cálida brisa recorrió el claro. La luz de la luna había transformado el lugar, haciéndolo verse irreal y hermoso.

-Cuando tenía siete años, mis padres tuvieron un accidente. Tenían trabajo por lo que yo me quedé en casa con una niñera que venía a veces a cuidarme. Esa tarde la llamaron, pidiendo que me pusiera al teléfono. Supe que mis padres habían tenido un accidente del que ninguno había sobrevivido. Lo primero en lo que pensé es que había recibido la noticia sola, sin nadie que pudiera apoyarme. No había nada que pudiera haberme hecho sentir mejor pero no paraba de pensar en que me quedaría sola para siempre. Era egoísta por mi parte haber pensado en mí en ese momento. Yo estaba viva, mis padres no. Jamás volvería a verlos y maldije que ellos no pudieran vivir más tiempo pero yo todavía continuaba parada ahí. Siempre intenté ser fuertes y esforzarme en la vida por ellos. Me entristecía no tener un recuerdo definido de un alocado desayuno familiar, o una salida por el parque de atracciones. Yo nunca pude vivir ese tipo de cosas con ellos porque habían trabajado mucho para poder darme una vida mejor cuando creciera. Nunca tuve eso. Me acostumbré a ser muy independiente… cuando intentaron dejarme con algún familiar y no pudieron me llevaron a un orfanato durante los primero años. Y finalmente acabé aquí. Aprendí a no aferrarme demasiado a las relaciones de amistades o de cualquier tipo por miedo a perderlas algún día y volver a pasar por lo mismo. Pero tú cambiaste eso. Cuando te vas…bueno, recuerdo todas las cosas por las que he pasado sola…
Pero tú haces que los malos recuerdos no sean tan malos y que me den ganas de tener nuevos y felices recuerdos contigo. Es a ti al que debo estar agradecida.
Daniel la estrechó en sus brazos, dándole calor. No quería pensar en lo sola que había estado, y por lo que había tenido que pasar desde tan pequeña.

-Layla, lo siento tanto... Es normal que pensaras en ti cuando supiste lo que paso, eras solo una niña asustada que de repente se había quedado sola en el mundo. Has pasado por algo muy duro, pero gracias a eso eres tan fuerte. Te admiro por ser capaz de seguir con tu vida e intentar estar bien por ellos. Amor, jamás voy a dejarte, te lo prometo.

Layla

Layla no pudo contener las lágrimas, porque a pesar de la situación se sentía feliz sintiendo sus brazos abrazándola. Manteniéndola de alguna forma de su lugar… Para ella era difícil hablar de sus padres pero con Daniel había sentido que tenía que hacerlo. Algo se estaba planeando en su cabeza… esperaba no estar equivocándose.

Un rato después Daniel la llevaba a toda velocidad hacia los jardines del internado, camino de sus habitaciones. Se había asustado la primera vez  que la había llevado, aunque no había tardado más que unos poco segundos. Esta vez estaba alucinando pero le encantaba la brisa sobre su cara y no mirar a Daniel mientras corría era imposible. Necesitaba ver que aquello era real, que no desaparecería de un momento a otro en un sueño. Sus brazos se sentían cómodos y quiso que nunca dejara de correr.
Demasiado pronto para su gusto llegaron a su cuarto. Entraron por la terraza en un veloz salto que los impulsó hacia arriba rápidamente. La noche estaba muy tranquila. Daniel la soltó posándola de pie en el suelo.
En el momento en el que entraba por la puerta corrediza, las velas se encendieron dejando un resplandor cálido por la habitación y sobre la enorme cama. Layla sonrió y se volvió a ceñir al pecho de Daniel.
-mmmmm…- se limitó a ronronear.
-ven aquí, déjame cuidarte.
Daniel volvió a tomarla en sus brazos, esta vez caminando hacia el cuarto de baño. Por el camino fue desvistiéndola, sin torpezas, sin vacilación. Sus rápidos movimientos hicieron el trabajo sin problemas. En algún momento activó el agua caliente que empezó a caer como una cascada.
Sus ropas también quedaron atrás en un parpadeo, no siendo más que estorbos.
La metió con él bajo el agua ardiente. Simplemente la abrazó mientras yacían ahí. Su escultural cuerpo se adaptó al suyo como si de dos piezas de un puzle se tratara. La sostuvo, en silencio. Layla se dejó llevar por lo que sentía. Esto era algo que había necesitado, algo que le había hecho darse cuenta de que ella no era la culpable por la ausencia de sus padres. Y quizás algún día volviera a verlos… pero ahora Daniel ocupaba toda su mente. Él calor del agua los mojaba a ambos, fundiéndolos en una única persona. Sentía como si el agua la limpiara, y se llevara el dolor con ella.
Los dulces y apremiantes labios de Daniel recorrían su mandíbula. Sabía que había hecho aquello por ella, para demostrarle que la entendía. Una vez el también perdió a sus padres, y al estar los dos bajo el agua sabía que era un gesto para mostrarle lo mucho que la amaba. Y ella no podía sentirse más feliz.






2 comentarios:

  1. ME ENCANTO!!!!!! Me conmovió mucho la historia de Layla, Daniel es taaaaaan tierno !YO QUIERO A MI DANIEL! Bueno, ya lo tengo jejeje tengo a mi Niall :D me encanto este capitulo y espero el próximo con ansias!!!

    Te quiero amiga :*

    Agy Cullen

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    1. Agy amiga muchas gracias!! espero que podamos ponernos al dia con nuestro blog! :D

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